Megan tocó en dos oportunidades a la puerta de roble pulido y tallada, de la oficina presidencial de Elitte, donde la esperaba su padre quien la había citado para una reunión en la que él solo sabía que tema trataría.
Suponía que no llevaría el mejor de los recibimientos, después de haberse retrasado por más de cuarenta minutos, pero no podía salir con la cabeza empapelada, tal vez si le hubiese avisado con más tiempo hubiese pospuesto su cita con la estilista.
—Adelante. —la voz de su padre al otro lado de la puerta se dejó escuchar, entre autoritaria y cálida.
Antes de girar la manilla de la puerta volvió medio cuerpo hacia la secretaria. —Gracias, Jessica. —le dijo con una sonrisa amable.
—De nada, señorita Brockman. —correspondió imitando el gesto de la hija de su jefe.
Megan regresó la mirada a la manilla y suspiró profundamente antes de entrar, porque estaba segura que en cuanto su padre la viera, desviaría el tema que iban a tratar.
—Hola papá. —saludó al hombre tras el escritorio, que estaba con la cabeza baja sumido en unos documentos.
Henry elevó la mirada ante la voz de su hija e inmediatamente lo que había hecho en su apariencia lo sorprendió rechazando el cambio. Puso todo su empeño para no mostrar el desagrado, pero por la reacción de Megan estaba seguro que no lo había logrado.
—Ven, siéntate —le pidió señalando una de las sillas que recibían a los visitantes.
Megan trató de ignorar la reacción de su padre, ya que sus palabras no acompañaron a su semblante y caminó con pasos lentos pero seguros hasta el asiento que él le había señalado. Se sentó con la espalda completamente adherida al espaldar, se cruzó de piernas y colocó en el sillón de al lado su cartera. Mientras sentía la mirada de su padre escrutándola.
—Disculpa la demora, tenía otras cosas que hacer. —Decidió hablar ella, porque su padre aún se encontraba tratando de asimilar el cambio en su apariencia y aunque para ella era algo sutil, para él no lo parecía tanto.
—Ya veo... —dijo en voz baja y dejó libre un evidente suspiro—. ¿Qué te has hecho? ¿Por qué lo hiciste? Megan no es necesario que cambies tu apariencia para agradar a un hombre y mucho menos dejarte manipular. —Henry trataba afanosamente ser comprensivo y no empezar una discusión con su hija.
—Papá solo son unas mechas californianas, es lo que se está usando, me corté un poco el cabello y lo ondulé, no es para tanto. —le explicó ante la reacción exagerada de su padre.
—No me pediste permiso para hacerlo.
—No creí que debía pedirte permiso.
—Te lo ha sugerido ese... —Hizo una pausa y un gran esfuerzo para llamar al desgraciado que llevaba a su hija a tales extremos por su nombre—. Thor. —El nombre del chico en la voz de Henry, se escuchó áspero.
—No, papá. Thor no me ha sugerido nada, de hecho, no tiene idea de lo que he hecho y si me llegase a hacer la misma pregunta que tú, le daría la misma respuesta —dijo mirándolo a los ojos—. Quiero hacer las cosas porque yo quiero, las que me gustan y no quiero que tengan que disuadirme de lo que debo o no debo hacer. ¡Estoy feliz con mi nuevo estilo! —exclamó las últimas palabras con inusitada alegría.
—No es buena tanta independencia Megan, no estás acostumbrada. Como tu padre solo me preocupo. —Desvió la mirada de su hija y pulsó el botón del intercomunicador—. Jessica ven a la oficina, por favor. —solicitó y soltó el botón.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...