CAPÍTULO 31

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Rachell se estaba bañando cuando escuchó el intercomunicador sonar insistentemente, se envolvió en una toalla y salió del baño con su cuerpo escurriendo agua, camino rápidamente, pensando que sería Jackson que habría olvidado algo del equipaje que llevaría al apartamento de Samuel. Pero al ver la pantalla se dio cuenta que no era el guardaespaldas. Para su mala suerte era Henry Brockman, no quería atenderlo, pero estaba segura que él sabía que ella se encontraba en casa.

—Buenas tardes señor Brockman —saludó presionando el botón del intercomunicador.

—Rachell, ¿cómo estás? —preguntó rápidamente al escuchar la voz de la chica.

—Bien, gracias —respondió ella con forzada educación—. ¿Ha pasado algo? ¿A qué se debe su visita?

—La verdad es que necesito hablar contigo urgentemente, estoy algo preocupado.

—¿Pasó algo con la publicidad? —preguntó nerviosa.

—Me gustaría hablarlo en persona, no es cómodo hacerlo a través de una pantalla.

—Está bien, deme unos minutos por favor.

—Por supuesto.

Rachell corrió al baño y se quitó la toalla, se frotó el cabello para sacar el exceso de agua, y se vistió con lo primero que encontró. Un jean negro y una blusa ancha del mismo color con besos fucsias estampados; se desenredó rápidamente los cabellos y se puso unas pantuflas. Poco le importaba si no estaba maquillada.

Regresó al intercomunicador y levantó una vez más el auricular.

—Señor Brockman puede subir. —Colgó al tiempo que presionaba el botón para darle acceso al ascensor. Mientras tanto, recogió los zapatos que estaban en la alfombra y la cartera que reposaba sobre el sofá, corriendo llevó los objetos a su habitación y los lanzó a la cama. Un par de minutos después, las puertas se abrieron y Henry Brockman apareció con una brillante sonrisa, ella se obligó a corresponderle, aunque no con el mismo entusiasmo.

—Disculpa que haya venido sin avisar ¿estabas ocupada? —indagó al ver el cabello de ella mojado y suelto.

—Acababa de bañarme, pero no se preocupe, pasé por favor. —Lo invitó guiándolo hasta el recibidor—. ¿Desea algo de tomar?

—Agua está bien —le pidió y la observó dirigirse a la cocina, mientras anclaba su mirada en el increíble trasero de Rachell.

—¿Aún no me ha dicho si ha pasado algo con la publicidad? —inquirió mientras llenaba el vaso con agua y regresaba a la sala.

—No... no, la publicidad está bien; de hecho, mañana empiezan a salir los anuncios en las redes sociales. Lo que me trajo a tu casa es que me enteré que te vas de viaje. ¿Negocios? Sabes que cuentas con mi asesoría sí la necesitas.

—No creo necesario responderle esa pregunta, señor Brockman —le dijo con un tono de clara molestia—. Pero ya que se ha tomado la molestia de venir hasta mi apartamento a hacerme esa pregunta, le diré que no son lo negocios lo que me motiva a salir del país.

—¿Vas con quien estás saliendo? —preguntó sin poder evitarlo.

Rachell se quedó rígida, sintiendo como su enojo empezaba a crecer.

—Sí —dijo llevándose las manos a los bolsillos traseros del jean—. Voy con... —sus palabras se congelaron al ver que Samuel salía del ascensor.

Samuel había salido un par de horas antes de la torre, ya había dejado todo preparado, al día siguiente en la mañana partirían a Bélgica, y Rachell había prometido esa noche preparar la cena para él y para Thor, por lo que quería pasar antes a comprar lo que ella necesitase, y aprovechar la ocasión para sorprenderla, sin embargo, él sorprendido había sido él.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora