CAPÍTULO 29

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Una vez más a Samuel el tiempo se le había escurrido como agua entre los dedos y cuando quiso darse cuenta de la hora, ya eran las once menos cuarto de la noche y aún se encontraba en la torre, adelantado los pendientes que cada vez eran más.

Vivian se había marchado a la siete de la noche y suponía que el tiempo transcurrido no serían casi cuatro horas. Tal vez aún estuviese sumido entre código, leyes, contratos. Si Jackson no lo hubiese llamado. Al no estar trabajando en la computadora se olvidaba de echarle un vistazo al reloj en su muñeca derecha, era donde lo utilizaba para que no le molestara en la izquierda a la hora de escribir.

Guardó el trabajo que estaba preparando en el portafolio de aluminio e igual lo hizo con su computadora portátil y se marchó de su oficina en la torre. Con la firme convicción de seguir con sus labores en el departamento.

Las caras de sus guardaespaldas expresaron el aleluya que interiormente habían dado al ver que las puertas del ascensor se abrían dejándolo en el estacionamiento.

El recorrido al departamento lo hizo en pleno silencio y en las penumbras del vehículo el cual se iluminaba de manera intermitente con las luces de la calle. Sus pensamientos estaban en blanco, apenas y estaba atento a las señales de tránsito, nada más le robaba la concentración, tal vez era el cansancio que sentía pero que no dejaba que tomara demasiada fuerza en él.

—Mañana es viernes, un día, solo un día más y podré al menos descansar el fin de semana. —Se alentaba mientras sentía en la espalda como si cientos de hormigas le hicieran fiesta.

Al llegar al departamento se quitó el saco y lo lanzó sobre uno de los sofás de cuero blanco del recibidor, mientras su mirada se anclaba en el reloj rectangular cromado y negro, de tres horarios distintos. Río de Janeiro, Nueva York y Dublín. Donde él se encontraba en el preciso momento eran las once y siete minutos de la noche.

Colocó el portafolio sobre una de las mesas y lo abrió, decidió trabajar con los archivos electrónicos, al menos una hora. Dejó cargando la Mac y se acercó hasta el bar donde se sirvió un whisky para que el licor los ayudara a espabilar un poco. Se bebió de un trago los dos dedos del líquido ámbar y se sirvió otro poco con el cual regresó a la mesa donde había dejado su computadora.

Colocó a un lado el vaso tallado de cristal y tomó asiento en una silla acrílica transparente. Tecleaba la contraseña de la carpeta donde se encontraba el documento con el cual trabajaría cuando le llegó un mensaje instantáneo al Skype.

Samuel no pudo evitar sonreír al ver que Rachell lo sorprendía.

Samuel se carcajeó ante el reclamo que sutilmente Rachell le hacía. Le dio un sorbo al whisky y regresó el vaso a la mesa. Sin siquiera pensarlo la invitó a una vídeo llamada. Segundos después la veía sentada en la cama del hotel con las piernas cruzadas y llevaba puesta una dormilona en color rosa palo, que contrastaba hermosamente con su piel y sus pupilas se dilataron al observar tras el encaje los sonrosados pezones que se asomaban.

—Espero que no hayas pedido servicio a la habitación y si lo haces antes de abrir la puerta te pones cualquier cosa encima —le dijo relamiéndose los labios sintiendo en la punta de la lengua el cosquilleo que le creaba la bebida que estaba disfrutando.

—A esta hora no voy a pedir ningún servicio a la habitación, lo único que podría solicitar sería un fiscal con cara de mala leche y será imposible que me lo traigan. Pero no me has respondido. —constató que ciertamente Samuel acababa de llegar del trabajo, aún vestía la camisa blanca a la que le había deshojado algunos botones, no llevaba la corbata, pero sí los tirantes.

—Se me hizo tarde en la Torre, estuve adelantando unos pendientes. Y tú tampoco me has respondido y eso que pregunté primero.

—Sí, el local me encantó es de dos pisos y está en la Magnificent Mile, en la Avenida Michigan. Le tomé algunas fotografías y grabé. Mañana cuando nos veamos te lo muestro. Regreso en el vuelo de las cuatro, lo que quiere decir que estaré cómo a las siete en Manhattan, me queda gran parte del día de mañana para conocer un poco más de la ciudad de los vientos.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora