CAPÍTULO 8

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Aunque Rachell le pidió en la terraza que la bajara para colocarse los zapatos e ingresar a la residencia como personas normales, él no lo hizo, si ella le decía a Samuel Norte, solo por llevarle la contraría respondería Sur. Así que entraron como si fuesen unos novios adolescentes.

En el preciso momento en que irrumpieron en la sala se ganaron todas las miradas que no disimularon, pero tampoco se alarmaron por verlos llegar de esa manera, esperaban ese tipo de actitudes entre cualquiera de ellos si eran dominados por los sentimientos.

—Bájame —le pidió al oído en un susurro.

Samuel obedeció colocándola en el suelo y antes de que pudiese colocarse los zapatos la tomó por la mano y la guio hasta donde se encontraban reunidos los demás que para la mayor de sus suertes estaban en la sala reunidos en los sofás y en la mesa baja del centro había algunos aperitivos y bebidas. El lugar era amenizado por música a un volumen moderado y en la cual ella distinguió en ese momento el portugués, era un ritmo muy tropical y contagioso.

La puerta principal se abrió una vez más y en ese momento entró Thor quien evidentemente se sorprendió al encontrarse en la sala a todos e inmediatamente escondió la bolsa de papel en color negro con letras en relieve brillantes de color escarlata.

—En unos minutos estoy con ustedes. —pasó de largo resguardando la bolsa y apenas si compartió una mirada significativa con Megan lo que claramente era una señal entre ellos.

Rachell descalza se aventuró de la mano de Samuel entre los sofás de un gris claro y aún aferrada a la mano de él se sentaron uno al lado del otro.

—¿Quieres un tequila? —le preguntó Samuel.

La mirada de Rachell recorrió la mesa: en la que había varias bebidas y varios tipos de vasos, había un plato pequeño que contenía sal y un recipiente de cristal que tenía varias lonjas de limón. A medida que Rachell recorría con sus pupilas los ingredientes en la mesa, se le calentaban las orejas, así como los recuerdos asaltaban uno tras de otro, y tuvo que juntar los muslos para contener el arrebatado deseo que germinaba entre sus piernas; aunque la voz de Samuel pareció normal, estaba segura que lo había hecho con toda la intención para despertar en ella la ansiedad.

Desvió su mirada brillante por la excitación mal disimulada hacia Samuel y él formó de sus labios una línea recta en una sonrisa satírica, satisfecho por lo que había logrado, quiso borrarle el gesto de un golpe, por haber osado ponerla en esa situación delante de todos los presentes.

Inhaló profundamente y se llenó de valor, ese que necesitaba para mostrarse desinhibida, para que a él le saliera el tiro por la culata.

—Solo si tú me lo das —murmuró con la mirada fija en los ojos de Samuel que ante la invitación recibida pudo ver como de manera fascinante se le dilataban las pupilas y ese gesto incontrolable en él hizo que las paredes internas de su vientre se contrajeran.

Samuel no se dio tiempo si quiera para pensar en lo que haría y se puso de pie; agarró la botella de tequila y sirvió en el vaso tequilero. Levantó una de sus piernas ante la mirada atónita de Rachell y de los demás y se dejó caer sentado a ahorcajadas sobre las piernas de la chica de espaldas al grupo y de frente a ella.

—Sam... —musitó con el rostro furiosamente enrojecido por la excitación y la vergüenza. Las pupilas bailaban nerviosas sobre el rostro del brasileño suplicándole que se levantara y un gran vacío se abría en su estómago ante la exaltación.

—Esto se pone bueno... —intervino Diogo y soltó un silbido de admiración—. Hey Sam, apenas empieza la noche... no quiero retirada temprano. —le advirtió divertido.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora