El taxista, después de batallar con el congestionado tráfico, que los días lunes por la mañana parecía ser más intenso. Lograba detenerse en la avenida Madison, en el centro de Manhattan, a poca distancia de la catedral de San Patricio, específicamente frente al hotel Palace donde Sophia la había citado.
Pagó y bajó del vehículo, acomodó su cartera negra de asas cortas en su ante brazo y se irguió para mostrarse tan alta como era, al tiempo que inspiraba profundamente para llenar sus pulmones. Rachell elevó la cabeza y sus ojos color violeta con algunas vetas grises se posaron en la Torre de cristal que se mostraba por encima de la estructura neo-renacentista italiana.
Bajó la cabeza y dirigió su mirada al frente, iniciando su camino al patio del Palace, atravesó la entrada franqueada por el portón de hierro forjado en color negro y se adentró al patio central; donde sus zapatos Manolo Blahnik, negros y blancos en un exquisito estilo de los años cincuenta hacían eco en el piso que tenía incrustados motivos de varias catedrales italianas.
Al entrar al vestíbulo se detuvo frente a las escaleras que la llevaban al segundo piso del lobby, buscó con su mirada a Sophia, pero no la divisaba y en su cabeza cada vez se hacía más grande la interrogante del motivo para estar en ese lugar cuando, ambas debían estar en la boutique. Decidió buscar su teléfono móvil y llamarla porque sentía que estaba haciendo el ridículo, parada ahí.
—Disculpe, ¿señorita Winstead? —se acercó a ella un hombre de cabello negro y lustroso, con un bigote perfectamente recortado y unos ojos oscuros muy expresivos.
—Sí, soy Rachell Winstead. —le informó al tiempo que finalizaba la llamada que Sophia no se había dignado a contestar.
—Soy Alexander Campbell, mayordomo de la suite champagne, sería tan amable de acompañarme. La señorita Cuthbert me ha mandado a buscarla. —la voz del hombre era honorable y su mirada expresaba seguridad, tanto como su altura.
Rachell se obligó a no abrir mucho los ojos y demostrar lo realmente sorprendida que se encontraba por lo que el mayordomo acababa de decirle.
—Sí. —dijo con voz estrangulada y se aclaró la garganta para recuperar el aplomo—. Está bien.
El hombre le hizo una sutil reverencia y extendió su mano derecha, mostrándole el camino e invitándola a que avanzara. La llevó hasta los ascensores y cuando las puertas del cubículo dorado se cerraron y las puertas se convertían en un espejo que reflejaban su imagen desconcertada, se obligó a echar hacia atrás los hombros. Mientras en su cabeza el torbellino de confusiones tomaba más fuerza, lo único que lograba sacar de ese nudo, era que todo tenía que ver con Reinhard Garnett, pero qué hacía Sophia en el Palace cuando el hombre seguramente estaría en Brasil y por qué citarla a ella nada más y nada menos que una de las suites de lujo del hotel.
Algo le decía a Rachell que no era un simple encuentro para conversar sobre qué habían hecho el fin de semana. Había dejado a Sophia en su departamento sin ánimos de salir para ningún sitio por el enrojecimiento en su ojo derecho y ahora, ella estaba en una de las suites de la torre del Palace. Lo supuso en el momento en que el tablero electrónico del ascensor había sobrepasado el piso cuarenta. Separó ligeramente los labios para liberar el oxígeno que empezaba a saturarla.
—Por favor. —le pidió el hombre una vez más con ese gesto tan solemne al extender la mano, invitándola a salir.
—Gracias. —Rachell le dedicó una mirada de retribución y siguió el camino que él le había indicado, apenas si podía sentir al hombre caminar un par de pasos detrás de ella, parecía ser entrenado para ser casi invisible.
Era la primera vez que entraba a una de las suites de la torre y no las había imaginado, tan lujosa y original. Sabía que particularmente esa suite había sido inspirada por el champagne Dom Perignon y sin duda alguna era un gran trabajo arquitectónico y decorativo. Era una combinación de arte y opulencia contemporánea.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...