No sabía si los manotazos que estaba recibiendo en la cara eran parte del sueño, o de esa realidad a la cual no quería despertar, por lo que se resistía a abrir los párpados.
Había programado su cuerpo para que descansara al menos ocho horas y estaba seguro de que aún no cumplía ese tiempo.
Sin abrir los ojos, porque los sentía sumamente pesados se colocó boca abajo, pero entonces un peso sobre su espalda lo hizo desistir del sueño y ser consciente de que no estaba solo en su cama. De soslayo y sonriente divisó a quien osaba despertarlo de esa manera tan peculiar, pero la sonrisa se le congeló cuando su acompañante no era Rachell quien había irrumpido de su departamento. Era una cosa diminuta de quince meses.
—¿Qué haces aquí? —preguntó extendiendo el brazo y con cuidado lo quitaba de encima de su espalda y lo acostaba a su lado—. ¿Dónde está tu padre? —Samuel hacía las preguntas y Liam rodó sobre su pequeño cuerpo y gateó para una vez más subirse a la espalda del chico.
Samuel comprendió que el niño quería quedarse ahí. Con cuidado extendió la mano y agarró el teléfono móvil que reposaba sobre la almohada a su lado, donde lo había dejado entrada la madrugada después de conversar por mensajería con Rachell.
Apenas tocó el círculo inferior en el móvil y éste reconoció su huella se desbloqueó e iluminó la pantalla. Tenía solo un mensaje y se dispuso a revisarlo, mientras Liam creía que su espalda era un tambor.
Pantera, necesito que cuides de Liam. Mañana debo regresar a Brasil y no quiero hacerlo sin cumplir la promesa que le hice a Thais de pasar un día inolvidable en la Gran Manzana. No te preocupes, Liam come cualquier cosa; sin embargo, en el refrigerador Thais te ha dejado un par de biberones y en el sofá de la sala están las cosas personales.
—¿Qué mierda? —se preguntó realmente aturdido—. Me está jodiendo, esto tiene que ser una broma —masculló y una vez más se quitaba a Liam de la espalda.
Salió del lecho y marcó al número de su primo. Miles de improperios cruzaron por su cabeza en el momento en que la operadora le informaba que el número estaba fuera de servicio.
—Seguro está abajo y me quiere joder la vida... ¡Hey tú! Quédate ahí —le pidió al pequeño que trataba de ponerse de pie sobre la cama y ante el mandato de su tío se dejó caer sentado.
Sin colocarse camiseta y solo con el pantalón del pijama en color rojo, se encaminó a la puerta, pero al ver que Liam una vez más intentaba ponerse en pie, regresó sobre sus pasos, lo bajó de la cama, y lo sentó en la alfombra.
—Aquí estarás más seguro.
Samuel salió de la habitación y buscó con la mirada a su primo, pero no había señales de que alguien más estuviese en el departamento. Un bolso en colores azul cielo y blanco sobre el sofá le hicieron saber que esa pañalera contenía las cosas de Liam.
Bajó los últimos peldaños de la escalera aérea. Se dirigió casi corriendo a la cocina para verificar si estaban los biberones y por primera vez desde que vivía ahí, se golpeó el dedo pulgar de su pie derecho con el desnivel.
—La puta madre que lo parió —ahogó la exclamación ante el dolor. Y la pesadilla poco a poco se hacía realidad, al ver en el refrigerador los biberones y otro envase que parecía tener gelatina de cereza o fresa, o quién sabe qué coño de fruta artificial en color rojo sería.
Lanzó la puerta del refrigerador y se encaminó hasta el teléfono más cercano. Intentó una vez más con Ian e igual el número le salía fuera de servicio. Dejó libre un pesado suspiro y la angustia se mezclaba con desesperación en su pecho. Se armó de valor y marcó a Thor.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...