CAPÍTULO 20

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El teatro de The Stage quedó complemente a oscuras, con eso aumentando la expectativa de los presentes al desfile que presentaría la colección Butterfly Night, de la firma Winstead.

Rachell ya se encontraba en backstage con la boca abierta y los ojos casi fuera de sus órbitas al ver el diamante que coronaba el anillo de compromiso que Reinhard Garnett le había entregado esa tarde a Sophia, la piedra preciosa vibraba ante la temblorosa mano de la chica.

—Ya le he dicho que no es para tanto, seguro que no le costó nada, si uno de los tantos negocios que tiene el hombre es una minera, tal vez su más grande esfuerzo fue hacer la llamada. —azuzó Oscar tratando de molestar a Sophia como lo había hecho desde el momento en que le mostró el majestuoso diamante que adornaba el dedo anular de su mano izquierda.

—¡Oscar! Que poco romántico eres. —reprendió Rachell a su amigo y él se carcajeó.

—Lo hace por molestar, pero bien sabes que no me hará enojar, porque puede que lo que más le costó del anillo haya sido la llamada para solicitarlo, pero lo importante es que estoy segura que cada palabra que utilizó para pedirme matrimonio lo hizo de corazón. —atacó la pelirroja con la picardía que siempre la caracterizaba.

—¡Ay Sophie! Está hermoso, ¡me encanta! —dijo abrazándola con verdadero entusiasmo.

—¡En tres empieza! —se dejó escuchar la voz del chico que llevaba la organización del evento y todos los que estaban tras bastidores se arremolinaron frente a la pantalla que les mostraba lo que pasaba en la pasarela. Excepto Rachell y Sophia que se asomaron, con la cautela precisa para no ser vistas por el público.

Las notas del piano, empezaron a inundar el recinto y aún a oscuras los aplausos irrumpieron al saber que el desfile estaba por empezar, lo que los asistentes no sabían era que antes disfrutarían de un show que los adentrarían al mundo de erotismo al que Rachell tenía planeado sumergirlos.

En el momento en que la voz del vocalista de Muse opacó las notas musicales, del techo cayeron pesadamente seis telas sobre la pasarela y un reflector de luz blanca, iluminaba a cada una.

Seis de las mejores malabaristas con telas y conocidas de Rachell: habían viajado desde Las Vegas en uno de los aviones que los Garnett habían puesto a disposición de la diseñadora. Las mujeres aceptaron gustosamente apoyar a su amiga en el evento.

Los exuberantes cuerpos enfundados en jumpsuits completamente enteros de látex se movían al ritmo que feeling good les marcaba, demostrando la destreza con la que contaban, contorsionándose y jugando con el equilibrio y la altura.

Todos los presentes se encontraban con la mirada al techo, más de uno con grandes sonrisas, sobre todo el público masculino. Habían forrado el teatro con tela negra y detrás colocaron mallas de luces que empezaron a titilar como si fuese un cielo estrellado que se encendía y se apagaba de manera progresiva.

Cuando el tema dio sus últimos acordes, las mujeres tocaron suelo, los reflectores se apagaron y solo se iluminó la U que formaba la pasarela. Las telas empezaron a ascender y se perdieron en el techo y las chicas lo hicieron tras vestidores, tras una lluvia de aplausos de los presentes que comentaban con quien tenían al lado la asombrosa presentación: que en ese momento se trasmitía en directo en las pantallas del Times Square donde anteriormente se promocionaba la misteriosa campaña publicitaria de la firma Winstead. También estaba siendo trasmitido en vivo a través de un importante canal de modas y algunas redes sociales.

Los favorables comentarios no cesaban y a Rachell no le dio tiempo de agradecerles a todas las chicas, solo a tres porque las otras tres con la ayuda de parte del equipo que laboraba en backstage se quitaban las jumpsuits de látex y se quedaban con el conjunto de tanga y brassier de lencería y corrieron detrás de la tela blanca.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora