—¿Quieres tomar algo? —le preguntó Samuel mientras entraban en su apartamento.
—Un vaso de agua estará bien. Gracias —respondió descargando su cartera y una bolsa Marc Jacobs de cuero marrón.
—Voy a prepararme un Refresco Garnett, ¿quieres probar?
—¿Un Refrescó Garnett? —Se rio Rachell divertida—. ¿Y qué es eso?
Samuel entró en la cocina mientras ella se sentaba en una de las sillas de la barra y abrió la nevera, sacó una botella de vidrio con té verde, dos toronjas, una botella sin marquillas de lo que parecía ser soda, y una jarra de vidrio azul con algo que no consiguió adivinar qué era.
—¿Y eso es...? —preguntó señalando la jarra azul.
—Una infusión de hojas de eucalipto.
Rachell volvió a sonreír y Samuel siguió moviéndose por la cocina, se quitó el saco y la corbata y las dejó en la barra, se remangó la camisa y sacó una nueva jarra de cristal.
Vertió parte de la infusión de eucalipto, exprimió las toronjas, que de inmediato tiñeron de rosa el agua, puso el té verde en la licuadora y agregó abundante hielo, licuó un par de veces y se detuvo para agregar la soda, una vez la mezcla del té verde adquirió una apariencia granizada y pálida, lo agregó a la mezcla rosa.
Samuel tomó de entre los cajones una cuchara de madera y batió haciendo que los ingredientes se incorporaran, poco a poco, el cristal transparente dejaba ver como el líquido se tornaba casi violeta.
—Al menos luce muy bonito —bromeó Rachell—. Habrá que probar el sabor.
—Ya lo verás, sabe tan bien como luce... Es un bonito color, ¿verdad? —declaró Samuel orgulloso—. Se acerca bastante al color de tus ojos.
—¿Tú crees? —preguntó Rachell con timidez.
—No le hacen justicia, pero supongo que nada lo haría.
Ella apartó la mirada, y él también desvió la suya buscando entre la cristalería un par de vasos altos. Sirvió una generosa cantidad del refresco Garnett para los dos y se acercó a ella.
Rachell miró escéptica el vaso entrecerrando los ojos.
—¿Estás seguro que no corro ningún peligro al beberlo?
—Tómatelo y deja de molestarme.
Rachell se rio y dio el primer sorbo. Y demonios sí era refrescante y deliciosa la bendita pócima, no sabía cómo algo que hubiera probado antes, en absoluto era dulce, y era como brisa fresca en su garganta, el sabor del eucalipto de alguna manera resaltaba al frío del hielo, la suavidad del té verde le daba cuerpo, y las burbujas de la soda eran como una caricia en sobre su lengua.
—Esta vez no puedo robarte el crédito —le dijo ella sonriendo con asombro—. Está realmente bueno tu Refresco Garnett.
—Gracias —Samuel se acercó y la besó—. Pero el crédito por desgracia no es para mí, esta maravilla es un invento de mi tío Reinhard, y me colgaría de las pelotas sí se entera que ando aprovechándome de su Refresco Garnett.
—Pues la próxima vez que hables con él, dile que realmente me ha impresionado, y en nombre de la humanidad agradezco por su invento.
Samuel la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. Los dos siguieron bebiendo de sus vasos, mientras él la guiaba hacía las escaleras.
—¿A dónde vamos? —preguntó Rachell curiosa al ver que no avanzaban hacia el ala izquierda, en dirección a la habitación blanca en la que habían pasado las noches que habían dormido juntos desde que ella se quedara por primera vez en su apartamento.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...