CAPÍTULO 33

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Aunque había derramado tantas lágrimas al despertar sentía los ojos resecos y el filo de los párpados le ardían. El dolor lacerante en su cabeza amenazaba con hacerla estallar y la nariz congestionada le dificultaba la simple tarea de respirar.

Parpadeó varias veces asimilando en qué lugar se encontraba y entonces la realidad la golpeó con fuerza. Estaba completamente segura que no había sido ninguna pesadilla. Todo era demasiado real y doloroso; una vez más el llanto se desataba y las lágrimas que parecían ser inagotables terminaban sobre el pecho de Samuel.

—Tranquila, trata de calmarte un poco Rachell —le pidió acariciándole los cabellos.

Rachell había dormido tres horas y Samuel veló su sueño todo ese tiempo.

—No ha sido un mal sueño —murmuró en medio de los sollozos.

—Necesitas comer un poco. Voy a ver qué hay en la cocina.

—No tengo hambre.

—Pero tienes que comer, debes reponer fuerzas.

—No necesito fuerzas Sam, solo quiero llenar el vacío que siento... y no es en el estómago precisamente.

—Rachell, aunque no tengas apetito vas a comer. No voy a obligarte a que lo hagas, pero debes ser consciente y poner de tu parte —No pudo controlar su tono de regaño—. Si bien es dolorosa la pérdida de Oscar, no estás haciendo lo que él hubiese querido. Lo harías sentir culpable con esta actitud.

Samuel salió de la cama y se dirigió al baño. El desgaste lo había hecho perder los estribos y no controlar sus palabras. Dejó que Rachell llorara a solas porque temía empeorar la situación.

Se aseó y se dirigió al vestidor, se puso un jean negro y un suéter de lana de punto trenzado en color grafito. Buscó en uno de los armarios donde había algunas prendas de Rachell.

Regresó a la habitación y dejó sobre la cama la vestimenta femenina. Ella lo admiraba con los ojos anegados por las lágrimas.

—Lo siento Sam —murmuró tomándole una mano y evitando que se marchara.

Samuel la miró a los ojos y una vez más el corazón se le empequeñecía. Se acuclilló delante de ella y le besó la mano.

—No es fácil para mí Rachell, no sé cómo actuar, ni qué palabras son precisas para hacerte sentir mejor, pero estoy dando mi mejor esfuerzo por tener buenos resultados. Creo en tu dolor y sé que no se esfumará porque yo te lo sugiera. Sin embargo, necesito que me ayudes, que luches también, porque no voy a poder solo. ¿Me ayudarás? —le preguntó estrechándole la mano e infundiéndole valor y confianza.

Rachell asintió en silencio, tomando la cara de Samuel entre las manos le dio un beso en la frente, él lo recibió, pero segundos después buscó la boca de la chica. Necesitaba saborearla y con eso encontrar las fuerzas que necesitaba.

—Así me gusta, ve a cambiarte. Yo bajo a la cocina, comemos algo y después vamos a tu departamento a buscar la ropa que usarás esta semana, porque te vas a quedar aquí conmigo.

Rachell abrió la boca para protestar, pero él le selló los labios con sus dedos.

—He dicho, te vas a quedar aquí conmigo. Después de buscar tu ropa, vamos a la poner la denuncia, porque no voy a permitir que los mal nacidos que asesinaron a Oscar anden muy tranquilos por ahí y aunque sé que es difícil para ti, tienes que armarte de valor y organizar los servicios funerarios.

Rachell una vez más asintió en silencio y Samuel la ayudó a ponerse en pie. Ella se fue al baño y él salió de la habitación. Desde las escaleras divisó a Thor hablando por teléfono, que al ver a su primo terminó la llamada.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora