CAPÍTULO 2

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Rachell disfrutaba de un cappuccino con mucha, mucha espuma y sostenía el de Oscar que se encargaba de abrir las puertas de la boutique.

Entraron y dejó los dos vasos y su cartera sobre el mostrador. Se fue directo al panel de electricidad, encendió las luces LED de la exhibición, mientras Oscar se encargaba de las luces del salón y las del salón de refrigerios.

Regresó al mostrador y encendió el computador donde se registraban las ventas. Puso un poco de música y agarró su café al que le dio un sorbo que le brindó placer a su paladar calentándole la garganta.

Volvió a colocar el vaso desechable a un lado del monitor blanco, mientras esperaba a que el sistema automatizado de ventas cargara. Al mismo tiempo, tarareaba la balada que se escapaba por los altavoces y le acariciaba los oídos.

Oscar en el salón de refrigerios, revisó la nevera y la alacena, tomando nota mental de lo que hacía falta y regresó al mostrador.

Agarró un bolígrafo y un taco de notas, donde empezó a hacer la lista de los alimentos y bebidas que acostumbraban a tener en la boutique para ofrecerle a la clientela. Pausó por segundos su tarea para beber de su café, mientras degustaba la espumosa bebida cargada de sabor, miró de soslayo a Rachell que cantaba en voz baja.

—... I love you 'till the end, love you 'till the end —repetía la frase una y otra vez con el ceño fruncido, totalmente concentrada en lo que estaba haciendo.

—Te ves muy bien, estás radiante —dijo Oscar sin poder seguir ocultando la impresión que le causaba Rachell con su presencia y actitud.

Rachell levantó la mirada y la ancló en la de Oscar. La había sorprendido en su estado más vulnerable, pero rápidamente parapetó una sonrisa y salió detrás del mostrador, para salvar la situación y evitar las conclusiones que él siempre sacaba a la ligera. Una vez más reafirmaba que Oscar tenía alma de Cupido.

—Es el bronceado, por eso me puse este vestido, para lucirlo —acotó sonriente y dio una vuelta, mostrando su vestido blanco estilo strapless recto hasta las rodillas, combinando con unos botines open-toé en color negro que le hacían lucir las piernas más estilizadas.

—Yo creo que es algo más que el bronceado, es algo en tu mirada, está más brillante esta mañana y no me digas que es por el maquillaje.

Rachell sabía que no tenía escapatoria y que Oscar la iba a acorralar hasta que le contara sinceramente cómo se sentía, así que decidió no seguir con el velo que trataba de ocultar sus verdaderos sentimientos. No tenía por qué hacerlo con Oscar.

—¡Sí! Estoy muy, pero muy feliz... —chilló con algarabía y se tuvo que contener para no saltar—. Viví mi sueño de ver el Gran Cañón. Esta noche quiero que Sophia y tú se vayan a dormir en mi departamento para mostrarles las fotos y entregarles algunos presentes que les traje. —Dejó libre un pesado suspiro y se permitió viajar en los recuerdos de su magnífico viaje—. ¡Es increíble Oscar! tienes que verlo en vivo y directo para que puedas entenderme. Creo que las fotos no le hacen justicia. Y no solo el Gran Cañón, sino que todo, absolutamente todo fue maravilloso, menos la tormenta que nos agarró en Oklahoma. Solo pensaba que un tornado podría sorprendernos en cualquier momento.

Oscar sonreía complacido al ver la felicidad de Rachell, quien no ocultaba nada y evidentemente había disfrutado cada momento de ese sorpresivo viaje.

—Me alegra que hayas disfrutado tanto, te lo mereces mi Mariposa —Pero más allá de la felicidad de ella, necesitaba cerciorarse de que realmente había valido la pena confiar en Garnett—. Cuéntame ¿cómo se portó el fiscal? Si te hizo sentir mal, al menos una sola vez me lo dices y voy a romperle el cuello.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora