Capítulo 55

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Alice lentamente se sentó, de nuevo, y se le quedó mirando con los ojos bien abiertos.

    En algún momento Sofía había dicho algo parecido a que se iba a bañar, y desapareció. Casi fue tras ella, huir como ella, pero no podía correr, ni siquiera podía mantenerse en pie.

    ¿Tenía que decir algo? No sabía qué decir.

    Así que se le escapó una risa nerviosa.

     Una terrible risa nerviosa.

     Dylan, quien se había mantenido en su lugar con una seriedad impresionante, se cruzó de brazos y levantó una ceja.

     —¿Qué es lo gracioso?

     Ella quería que la tierra se la tragara.

     No podía parar de reírse, incluso por ello se le aguaron los ojos. Tuvo que utilizar sus dedos en un suave deslizamiento para eliminar la humedad.

     —El... el que te guste es gracioso —soltó—. Es... Oh, Dios —otra risa, su mano ocultando sus labios. Luego, al calmarse, lo miró... intensamente por unos largos segundos. Sus mejillas estaban rojas cuando dijo—: Dylan, ¿p-podrías cerrar los ojos?

     Él le brindó una mirada nada impresionada.

     —¿Para que corras? No.

     Frunciendo el ceño, se acercó un poquito más al hombre.

     —No voy a correr.

     Recibió un bufido como respuesta, además de:

     —Creíble.

     Empuñando las manos, Alice se aproximó un poco más.

     —Sólo cierra los ojos —ordenó.

     —No.

     —Dy-

     —¡DYLAN! —fue el abrupto grito de Sofía, grito abrupto que los alertó.

      Ambos se encaminaron hacia la menor, que temblaba. En una mano, Sofía portaba su colorido y costoso celular, mientras que en la otra, apretaba fuertemente el control remoto del único televisor de la habitación.

     —¿Qué sucede? —comenzó Dylan, y se quedó en silencio cuando se dio cuenta de lo que en la pantalla plana se mostraba:

      "El hombre asegura que sabe de la identidad real de alias RJ".

     En ese momento sonó la puerta, y Dylan, con la mandíbula tensa, se dirigió a abrirla. Dos hombres se adentraron poco después, uno de ellos era Valentín.

    En sus ojos estaba la compresión y el enojo...

     Como en los ojos claros de Dylan Ferrer.

     —Escapó —soltó este, asintiendo, y el hombre mayor le dio la razón, incluso cuando no era necesario.

     —Este es el segundo hombre-mensaje del día —dijo el otro, luciendo demasiado furioso, como si estuviera a punto de explotar—. Le paga a los vagabundos para que se presenten frente a una camara asegurando que saben quién es RJ. Y sabemos que eso perjudica a todos —Pasó sus dedos por su cabeza sin pelo alguno—. Ya van dos, Dylan . Al tercero sólo soltará todo.

      —Hombre-mensaje —repitió el susodicho—. ¿Le asustaron mis tres pajaritos?

     Y el hombre finalmente explotó.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora