Capítulo 68 (P. O)

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Mientras que miraba al hombre que tantas cosas provocaba en ella, se preguntó qué debería hacer.

     Su boca estaba seca, notó tardíamente. Por ello relamió sus labios, notando que él seguía el movimiento con demasiado interés.

     Lo que provocó que se erizara.

     —Te... te lo dije antes —comenzó, mientras se aproximaba a la cama, donde estaban las armas—. No pasará. Fue divertido aquel... juego, sí, juego, p-pero eso era todo. No era verdad. Nunca pondrás tu boca en mis... mis...

     No fue capaz de completar.

     Él sí lo hizo:

     —¿Pezones?

     Su cara se calentó.

     —¡Sal de mi habitación, Dylan!

     El susodicho analizó la situación, luego asintió de manera lenta y señaló a lo que trataba de alcanzar disimuladamente.

     —¿Si no lo hago me atacarás con tu arma mortal?

     Ella miró la almohada, y lo enfocó de nuevo. Sus dientes se apretaron.

     —Eres... —Gimió, tomó la almohada y la abrazó—. Eres un...

    —¿Idiota? —Trató de completar, de nueva cuenta, él—. ¿Patán? —Una sonrisa, una lobuna—. ¿Estúpido?

    Ella sabía a qué se debía esa sonrisa, ella lo sabía.

    —Canalla —espetó—, eres un canalla.

    El llamado 'Canalla' movió la cabeza de arriba abajo, de manera breve, con los ojos entrecerrados, como si estuviera asimilando la palabra. Pronto dijo:

     —Ah, adorable —De verdad, de verdad el hombre estaba haciéndola enojar—. Ese es nuevo.

     Pero entonces, llegó el Dejá vú.

     Repentinamente, Alice olvidó cómo respirar, porque sus recuerdos viajaron al pasado, a meses, meses atrás, cuando apenas fue consciente de la existencia de un hombre como él, de un hombre como Dylan Ferrer.

     —Adorable. Me han dicho peores cosas, linda.

     —¿'Nuevo'? Dijiste que te habían dicho peores —murmuró rápidamente sin pensar. Porque estaba nerviosa, y si estaba nerviosa decía estupideces.

     Se mordió la lengua. Odiaba estar nerviosa.

     Él se le quedó mirando.
    
    —En ese entonces no se trataba sólo de ti, Alice.

     La boca de la susodicha se abrió, sólo un poco, por la impresión.

     Dylan lo recuerda.

     Lo recuerda.

     La calidez en su interior...

     Pero entonces su reciente extraña emoción fue reemplazada en algo similar al pánico cuando él se aclaró la garganta y dio un paso, uno para aproximarse. Ella levantó la almohada y se la enseñó, mostrando al enemigo su arma para que retrocediera.

      ¿"Enemigo"? ¿"Arma"? Por Dios, moría de vergüenza. ¿Qué estaba haciendo?

     A pesar de ello levantó el mentón. Su voz era firme, sin titubeos, cuando dijo:

     —Te dije que sólo era un juego.

     Él apretó el puño, Alice pudo notarlo.

     —También era un juego el de hace unas horas, y cumpliste con el maldito reto —Cuando estuvo a punto de decir algo, el hombre prosiguió, sonando todo enojado—: Besaste al imbécil en mi cara. No puedes negarlo.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora