Capítulo 27

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Frunció el ceño en cuanto la vio adentrarse a la habitación.

       —Volv-

       —Dije que no te necesitaba.

       Alice bajó la cabeza por unos segundos, suspirando profundamente, y cuando la levantó, exclamó:

        —¡Deja de ser tan terco!

       Ignorando el punzante dolor por el movimiento, caminó hacia la salida.

         —¡Dylan!

         —Deja de gritar.

        Se detuvo abruptamente cuando un pensamiento de ella, debajo suyo, o arriba, montándolo mientras gritaba por... Bueno, se detuvo.

         —¿Te duele mucho? —cuestionó preocupada, ignorante a sus pensamientos sucios, posicionándose frente a él—. Voy por un doctor, ahora vuel-

            Fue detenida por él, que sujetó su brazo.

           —Estoy bien.

           —Eso decías en el estacionamiento y después...

           —Estoy bien —repitió.

           —Es que, te detuviste en seco y-y... —Se mordió el labio inferior—. ¿Seguro que estás bien?

            Dylan carraspeó, mirando cualquier cosa menos a ella, tratando de hacer de lado la escena repetitiva en su mente.

         «¿Hace cuánto no me acuesto con nadie?» se cuestionó mentalmente, y cuando recordó, sólo dijo:

         —Maldición.

        Despertó de su ensimismamiento cuando ella apareció nuevamente. Ni siquiera se había percatado de que se había retirado.

         —Podemos irnos.

         Por unos segundos, ella bajó la mirada hacia sus pantalones, y enrojeció, dándole la espalda casi al instante y caminando fuera del establecimiento.

         Dylan frunció el ceño, y miró hacia abajo, hacia su... notable erección.

        —Genial, lo que me faltaba — dijo entre dientes, y luego con incomodidad, la siguió.

🔸🔸🔸

         —¡Llegaste al fin! —gritó Sofía con los ojos rojos por el anterior llanto, contenta de ver a su hermano en casa. Después, lo abrazó con fuerza—. Lo siento —Se apartó al escuchar un quejido de parte del contrario.

        Y antes de que él dijera algo, la menor exclamó:

         —¡Casi lo olvido! —Corrió hacia la cocina, adentrándose en ésta, pero segundos después se asomó—. Vayan subiendo, ya llevo lo necesario.

        —¿Necesario para qué?

        Tarde, ya se había ido.

        Posó sus ojos en Alice.

         —¿A qué se referí-

         —Vamos a tu habitación.

        Él parpadeó un par de veces, sin comprender. Las palabras repentinamente se le hacían desconocidas.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora