Capítulo 40

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Débil.

   No. Había cambiado.

  Alice miró al hombre atractivo de ojos azules que le sonreía, ella lo miró de arriba... hacia abajo.

   —Estoy bien —repitió, su corazón latiendo desenfrenado en su caja torácica. Tomo un respiro de nuevo, y miró a Dylan, quien tenía el ceño fruncido—. Estoy bien.

  Su expresión era petréa mientras apretaba la botella de agua y bajó un escalón... a la dirección de la persona que no esperaba ver nunca más. Pasó por su lado sin estremecerse, y continuó bajando las escaleras.

   Dejó a Dylan y a Gabrael atrás. Ambos la miraban. Ambos no apartaron la mirada de ella.

   El primero dio un paso para seguirla, pero el otro hizo que se detuviera cuando murmuró, divertido:

   —Qué pequeño es el mundo.

   Luego, sonrió, girándose hacia él.

   —¿No cree-

   —¡Oigan! —gritó uno de sus amigos, corriendo hacia ellos—. Allá abajo estaban asegurando que había un trío aquí —Tomó una bocanada de aire—, así que por eso vine.

   Él miró el cómo Dylan se alejaba; este sin sonrisas burlonas como de costumbre, pero sí con la neutralidad en su rostro.

   Ahora, observó a Gabrael, quien tenía una esquina de su boca un poco hacia arriba, como si evitara sonreír.

   No había un trío lamentablemente, pero algo sin duda pasó.

   Se preguntó qué había sucedido.

   🔸🔸🔸

    Dylan tomó de su antebrazo, justo cuando estaba por salir por la amplia puerta de cristal.

    Estaba tan enojada con él. Tan enojada con él por llevarla allí. Necesitaba dejar el pasado donde pertenecía, y...

    No.

    La culpa era de ella. Era ella quien no podía dejar el pasado donde pertenecía. Era ella quien no se esforzaba lo suficiente.

   Era ella.

  Dylan le estaba diciendo que lo mirara, pero no podía hacerlo.

    No podía hacerlo.

    Observó a su alrededor, a todas las personas que los miraban... que la miraban, probablemente pensando que se estaba comportando como una completa estúpida.

   Y tenían razón, ellos tenían razón. ¿Por qué había venido en primer lugar? ¿Por qué?

   Debía irse.

   —¿Que estabas escapando de quién?

   Perdiendo el control de sus emociones. Estaba perdiendo el control de sus emociones. Quería llorar y esconderse, pero también quería levantar el mentón y demostrar que nada le afectaba.

   Quería demostrar que era fuerte.

   Como lo que no era.
 
   Si estás asustada de este mundo, debes saber que todos lo estamos pero fingimos que no.

    Tragó saliva. Y, para su desconcierto, escuchó a Dylan decir:

    —Está bien, Alice, te llevaré a casa.

   Él... se había cansado.

   Era algo que esperaba, pero dolió.

   No, no, no.

   Miró al hombre de ojos azules a la distancia. La sonrisa en sus labios le recordó a la que... le daba a la antigua Alice; a la que lloraba, a la que temía, a la que nunca fue valiente y simplemente calló.

   —Ya no eres una niña de la cual se burlaban.

   No lo era. ¿Por qué estaba permitiendo que sus... nervios le ganasen?

    —Ahora eres una mujer, rica y preciosa.

   Posó sus ojos en Dylan.

   —Dylan te vio.

  Abrió la boca para decir algo, pero la cerró nuevamente. Miró el agarre que mantenía en su antebrazo, luego conectó su mirada a la de él.

   —Ya me has frenado lo suficiente.

  Tenía que grabarse eso en la cabeza.

  No podía seguir como estaba; un momento segura y el otro insegura. Tenía que ser siempre...

   Sé valiente, incluso si es una mentira.

   Sonrió.

   —Pero no quiero irme —dijo. Dylan frunció el ceño... de nuevo.

   —Alice...

  —Estoy bien, en serio. Ahora —se liberó de él, pero pronto lo sujetó y lo jaló hacia la recepción, donde el hombre de ojos azules, llamado Gabrael, se encontraba junto a sus socios—, vamos.

   Gabrael le dio una sonrisa divertida, una que se esfumó cuando ella se la devolvió.

   Todos, a excepción de Alice, notaron cómo el humor de Dylan cambió definitivamente.

   Dylan Ferrer tenía una máscara de piedra...

   Algo por supuesto preocupante.

   Muy pocas veces se le vio así.

   Ellos quisieron advertirle, con señas, con miradas, pero Alice seguía demasiado ocupada mirando solamente a Gabrael.

    Cuando ambos obtuvieron la llave del sector A1, y desaparecieron, en silencio, por este, todos los ojos se posaron en su amigo y socio que, curiosamente, parecía en demasía pensativo.

    —¿Cómo demonios es que la conoces? —preguntaron tres al unísono.

   Él los vio, a cada uno de ellos, y sonrió, demostrando sus perfectos y blancos dientes.

   —Alice Victoria Lauren —contestó lenta y animadamente—... es mi exnovia.

  

  

  

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora