Capítulo 63 (P. O)

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El beso no duró demasiado.

    Fue casto y vergonzoso, puesto que el hombre no hizo nada para continuarlo, no hizo nada más que mirarla con el ceño fruncido, terminar de desatar la venda, descubriendo sus pechos, yyyy después, básicamente... ordenarle que se hiciera a un lado para dejarle salir del SUV.

     Alice miró el cómo se alejó semidesnudo, sujetando el bolso que contenía su cambio de ropa firmemente, mientras que ella sentía el aire frío de la madrugada proveniente del exterior.

    Hombres salieron de la vegetación abruptamente; vestían casualmente y no como ladrones rudos que asustaban, como lo que eran. Ellos, al notar a Dylan, caminaron hacia él, le hablaron, le preguntaron cómo se encontraba e incluso le hacían un examen con la mirada, como si con sólo pasar sus ojos sobre el alto-

    Los ojos de uno de los hombres la miraron, se mantuvieron en ella, lo que causó que se confundiera al notar que se relamía los labios como un animal hambriento.

    Fue cuando Dylan se giró también, y pasó la mirada de su cara hacia abajo, que se dio cuenta, recordó el porqué.

     Alice movió sus manos rápidamente y se cubrió los pechos, mientras que la sola vergüenza la inundaba.

     Él se veía enojado.

     Él se giró de nuevo hacia el hombre, que seguía mirándola intensamente.

     —Ojos en mi cara —su tono aterrador—, o en el suelo, fuera de sus cuencas, si sigues mirándola.

     El desconocido pasó su mirada a su líder, y se quedó quieto como estatua. Dylan se giró otra vez, con la mandíbula apretada.

     —¿Qué te parece si cierras la maldita puerta?

     Alice se negó a que la intimidara.

     —¿Por qué no la cerraste tú?

     Escuchó risitas y prontamente estas se convirtieron en tos. Por supuesto, era una manera de ocultar su diversión. Ella no comprendía qué era lo divertido.

     Justo cuando Dylan estuvo como... a punto de aproximarse, alguien dijo:

     —Esperen, ¿había una chica con nosotros? —Su confusión era genuina—. ¿Qué pasó con el primo de Haz, el mudo?

      Nadie le respondió, nadie lo hizo. Ella cerró la puerta, duro, y vio, a través de la ventana en la cual podía ver todo y los demás nada, de nueva cuenta, a Dylan alejándose. Se negó a mirarlo más. Sus ojos se deslizaron al interior del vehículo, a la venda arrojada a un lado, a su pecho desnudo, a sus pantalones gruesos de color negro.

     A la vergüenza no podía eliminarla.

     Terminó de quitarse el uniforme, e incluso se vistió con la ropa que seleccionó para sentirse más cómoda. Pero sentirse cómoda era lo último en su lista. Todo en lo que podía pensar era en el cómo fue capaz de atreverse a besar a Dylan, y este...

     Negó con la cabeza, queriendo alejar eso de sus pensamientos, sin embargo, no podía.

     —¿Por qué lo hice? —se preguntó a sí misma, y toda la respuesta que podía obtener, si realizaba un estudio mental de lo que pasó, fue: porque quería. Se sentía extraña, y-

    —¿Cuándo podemos irnos? —Escuchó que alguien preguntó con aburrimiento. Mirando por una de las ventanas, se percató de los hombres apoyados en los árboles, como si estuvieran pasando por una larga espera.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora