Capítulo 41

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DAll* (sabrán de qué se trata pronto, pero háganme saber qué creen que es, plox).


*Es un hotel con muchos servicios incluidos

☆ ° ✧    ·
★*

Cada paso corto que Alice dio en el interior del sector A1, fue un paso gigante para su nueva determinación.

    Ella miró a su alrededor.

    De todos los lugares, no esperaba en serio uno como este. Un "DAll" era algo que escuchaba mucho pero que, no conocía en absoluto.

   Hasta ahora.

   Suspiró, y tocó la tela suave y delgada de una cortina blanca, manteniendo su vista ahí, por varios segundos, sintiéndose cada vez mejor. Seguidamente, miró a Dylan, quien estaba sólo de pie, con los brazos cruzados, luciendo pensativo.

   Vestido únicamente de negro, alrededor de todos esos tonos pasteles, él se veía tan fuera de lugar...

   Como un gran toro negro enojado, en una tienda de cristales.

   —Un gran toro enojado —repitió en casi un murmullo—, en una tienda de cristales.

   Soltó una risita y, cuando Dylan puso su mirada en ella, rápida pero "disimuladamente" la esquivó, aproximándose a un florero gigante de un color rosa crema con... por supuesto flores.

   Las flores eran blancas, y eran tan bonitas.

   Ella quiso tocarlas, así que estiró una mano para hacer justo ello. Pero se detuvo; podría arruinarlas. Mejor sólo las apreciaría.

  Alice no sabía que también era apreciada.

   —Señor y señora Ferrer, nos apena muchísimo hacerles esperar. Por favor, les pido que esperen un poco más —dijo una mujer luciendo avergonzada, a lo cual Dylan le dio una simple mirada 'momentánea' a su persona, antes de mirar a la contraria y sólo asentir.

   La mujer, una de las tantas trabajadoras del DAll, pronto se marchó

   Alice parpadeó, aún no se lo podía creer.

   Aquí, juntos, en este DAll...

   Nunca lo habría esperado de un hombre patán como Dylan Ferrer.

   "Patán", usaba de nuevo esa palabra. ¿Por qué? No lo sabía, o sí lo sabía pero no quería-

   Una sonrisa se extendió por sus labios, viendo cada pequeña y costosa decoración. Sus ojos se posaron... de nuevo, en el letrero en el cual decía "Fase 1".

    Echaría a la basura a su inseguridad al salir de allí.

   Y, esta vez, lo haría en serio.

   Pasó por varias fases, era tiempo de llegar al final.

  Fases, fases, fases.

   Ya fue capaz de darse cuenta de que, la persona que aseguraba quererla, no la quería en realidad. Ya fue capaz de no encogerse y llorar por la presencia de él. Estuvo... viéndolo por mucho tiempo, soportando el temblor en sus manos, el latido rápido y doloroso de su corazón.

    Los horribles recuerdos...

    Pero no lloró, no entró en pánico más, no se desmayó, ella sonrió. Y si podía afrontar a quien tanto miedo y dolor le inculcó, podía lograr cualquier cosa.

   Hasta llevar a su fin a su terrible, y quita oportunidades, inseguridad.

   Observó por el amplio ventanal, y haciendo de su mano derecha un puño, lo posó en su pecho, cerca de su corazón.

    La vieja Alice... se quedó atrás, llorando, queriendo ayuda pero sin pedirla.

   —La nuev —musitó, sin terminar.

   Abruptamente, un pájaro pequeño y azul chocó con el ventanal, pero se compuso del duro impacto, y voló

    La nueva Alice...

   —Perdón por la tardanza, Alejandro, estaba-

   La recién llegada la miró de arriba abajo, y mantuvo pronto sus ojos en su vestido de loros.

   —Nooooo pu-eeeee-de seeee-er —murmuró, exactamente así.

  Fase final, se recordó.

   No miró hacia abajo.

   El vestido le quedaba bonito.

   —Gracias —dijo, y la morena la observó.

   —¡Gracias a ti! —gritó y se aproximó más—. Este diseño de loros es único, incomparable, te lo digo —una risita—. Mi tía Barlenee Lozana es la diseñadora.

   Su expresión cambió repentinamente, de radiante a fastidiada.

    —Ha recibido unas críticas "constructivas" —hizo comillas con los dedos—, que la dejaron super deprimida. Hicieron que desconfiara de su talento, ¿puedes creerlo? —Sacó su celular de una maleta con rayas rojas que traía y comenzó a buscar en este. Luego levantó la mano con este, enfocando su cara, esperando. Ella estaba llamando, ella estaba iniciando una vídeo llamada—. Y el ver que ahora, alguien tiene la artesanía que tanto le costó...

   Ruidos del teléfono, y prontamente una voz resonó:

    —Voy a cortarle una teta a tu mamá cuando la vea, Marina.

   La boca de Marina se abrió en demasía, y casi hizo que su celular se cayera cuando se apresuró a bajarle... el volumen, dedujo. Luego, corrió a una esquina y comenzó a hablarle enojada a la mujer con la cual se había contactado.
  
   Su enojo no duró demasiado, ya que aproximadamente dos minutos después, estaba toda sonriente casi limpiando la pantalla de celular con su vestido de loros. Repetía constantemente:

   —¿Ves que sí es? ¿Ves que sí? Te lo dije. Te-lo-dije.

   La tía de Marina, Barleneee, soltó unas risas, diciéndole a su sobrina que era una exagerada.

   Ella... estaba tan contenta.

   Y había entrado rápidamente en confianza.

   Ella había comentado que, una vez le habían dicho que, si alguien le compraba una de sus artesanías, sería para tomar de estas como algún tipo de trapo de cocina.

   Era algo absurdo, sí.

   Pero se lo había creído.

   —La inseguridad nos vuelve tan estúpidos —dijo la mayor—. Nos asusta tanto, nos frena.

   Alice sonrió.

   Alice le creía.

   Tiempo después de que la llamada terminó, y Marina adoptó nuevamente su lado profesional... Alice estaba asustada.

   Desnudándose en un pequeño vestidor, porque así la morena empleada lo pidió, más de una vez se frenó.

   Se levantaba el vestido por un centímetro y, pausa.

   Otro centímetro, y pausa.

   Otro, y pausa.

   Pausa, pausa, pausa.

   Su vestido verde de loros estaba demasiado pronto en sus manos.

  Mordió la uña de su pulgar.

   —¿No usas sostén?

   Enrojeció.

  Sus ojos se abrieron.

   Y un jadeo de sus labios salió cuando la morena exclamó:

   —¡Alejandro, también debes desnudarte!

 

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora