Capítulo 31

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—¡Soy su prima!

    —¿Y?

    —Olvídalo —Su voz tembló por un momento, mas él parecía no darse cuenta—. Me voy.

    Caminó hacia la puerta, abrió ésta y antes de que saliera, Dylan la interrumpió, sujetándola firmemente del brazo.

     —¿A dónde vas?

     —A mi casa —Trató de zafarse; él no cedió el agarre.

     —Es tarde, no...

     —Eso no tiene que importarte.

    Un silencio. Un largo silencio... antes de que él contestara:

     —Lo hace.

     Detuvo todo movimiento ante aquella respuesta. Su respiración se tornó casi dificultosa y su corazón latía con velocidad dentro de su pecho... La palabra "mentira", repitiéndose en su cabeza.

     —Deja de hacer esto, Ferrer.

     —¿De hacer qué?

     —¡De mentir! —Lo encaró; él aún sujetándola—. ¡Tú...

     —¿Por qué siempre buscas una manera de alejarme, Alice?

     Parpadeó repetidas veces en cuanto Dylan la apegó a él. Sus rostros a escasos centímetros de distancia. Miradas conectadas, respiraciones chocando.

      —¿Por qué? —cuestionó—. Estamos bien, y de repente estás alejándome.

      Ella abrió su boca y la cerró, repitiendo la acción un par de veces más...

      —Estamos bien, y de repente estás alejándome.

     ¿Estaban bien?

     No sabía ni qué decir.

     Es mentira. Sólo quiere que caigas y ya. Recuerda, Tania es su...

     Y ahí estaba otra vez su inseguridad. A pesar de que quería dejar de ser insegura, parecía no poder dejar atrás ello.

     Era difícil...

     ¿Qué es difícil? ¿Aceptar la verdad?

     Negó con su cabeza, esforzándose más en alejarse de él; lo logró.

     Dylan la miraba, ambos se miraban.

     Él apretó su mandíbula, asintió y se recostó en su cama; una de sus manos en la herida. Alice recién fue consciente de que se había movido en demasía cuando trató de liberarse.

      Se preocupó. ¿Lo había lastimado?

      No dijo nada sin embargo, ninguno lo hacía.

      No duró demasiado. El rostro de Dylan parecía neutro, y además...

      —¿Qué? ¿No te ibas? Largo.

     Su voz fría... La de ella también lo era cuando dijo:

      —Por supuesto que me iba —Tomó sus cosas y agregó—: Me voy.

      Luego salió de la habitación, de la mansión, de la propiedad.

      El frío de la noche hizo que su piel se pusiera de gallina... El orgullo evitándole volver a pesar de estar asustada.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora