Capítulo 50

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Alice estaba medio dormida cuando puso los pies en la alfombra suave de la habitación que el DAll brindó, estaba medio dormida cuando se 'alejó', finalmente, de Dylan Ferrer.

    Estaba medio... dormida.

    Bostezó.

    Se lavó las manos, con cuidado por supuesto, medio dormida.

    Cenó medio dormida.

    Usó el cepillo de dientes que se le ofreció medio dormida.

     Fue al baño y orinó medio dormida.

    Se lavó las manos, de nuevo con cuidado, medio dormida.

    Se quitó la humedad medio dormida.

    Cuando llegó a la cama grande y suave, fue un completo y maravilloso alivio, así que cayó sobre esta como un peso muerto y rápida y profundamente se quedó dormida.

    Cuando la conciencia volvió, estaba cálida, y sin ganas de levantarse. La cabeza le martillaba, sí, pero si se quedaba quieta, totalmente quieta, la horrible sensación podría pasar.

    De repente quiso estirarse.

    Se movió un poquito y-

    Y entonces la sintió.

    La frescura en una de sus nalgas.

    Seguidamente, el calor y peso en la otra.

    Una mano.

    Una mano que no era suya.

    Una mano que no era suya estaba en su nalga.

    También notó que el colchón era demasiado duro como para ser... realmente un colchón.

    Abrió los ojos de golpe.

    Y los cerró unas cuantas veces, parpadeando, porque la luz era mucha, y despertó con fuerza su dolor de cabeza.

    Gimió un poco por ello, y eso causó que el colchón, que no era un colchón en absoluto, sino un hombre, un gran hombre dormido, la apegara más a él y, para su total desconcierto, apretara un poco más de su glúteo.

    Saltó un poco por eso último.

    Y lo escuchó gruñir.

    Fui ahí cuando notó la dureza a la cual estaba presionando.

    Trató de alejarse, ya que no la dejaba ir, pero él se removió, y de manera rápida e inesperada, se encontró con el muslo musculoso de el hombre entre sus piernas. La delicada piel de allí no tenía espacio.

    No había espacio entre ellos.

    Levantó un poco las caderas, de manera lenta, para salir de aquella situación. Sin embargo, Dylan de nueva cuenta se movió, causando que básicamente restregara su entrepierna en... en él.

    Jadeó.

    No importa que se despierte. Sólo estaba tratando de escapar de... de sus brazos.

    Ese fue su pensamiento, antes de moverse esta vez con fuerza para liberarse. No contaba para nada con que el golpe en su parte más delicada le hiciera soltar un agudo gemido.

    Un agudo gemido que fue escuchado por Dylan, quien la miraba intensamente.

    Trató de ignorar eso, y retrocedió.

    Prontamente se devolvió de espaldas, empujando a Dylan fuera de la cama, y gritando, gritando ya que había otra persona allí, enredada en las sabanas.

    La persona enredada en las sabanas gritó también, y cayó al suelo poco después.

    —¿¡Todo bien, enana!?

    —¡No me di en la cabeza ni el la columna!

    Dylan se estaba riendo cuando se sentó en la alfombra, para seguidamente masajear su costado. Sus ojos miel pasaron de su hermana, que empujó las sabanas costosas fuera de sí, y las fulminó con la mirada, a Alice, que estaba roja de la vergüenza.
   
     —Lo siento —dijo ella.

    Sofía se cruzó de brazos.

    —La culpa no es tuya —murmuró, con los labios fruncidos—, la culpa es de él —señaló a su hermano, quien se había levantado ya y salía de la habitación—. Hizo que ganara un beso con el suelo sólo porque no me quería fuera de su vista.

    Ella no la dejó hablar.

    —Dylan cree que Valentín hará lo mismo que te hicieron a ti —comentó, sin darse cuenta de la sombra que apareció en los ojos ajenos—. Cree que el hombre se aprovechará de su poder y se adentrará a mi habitación. Así que, por eso dormimos los tre-

    La miró.

    Se dio cuenta tarde de lo mucho que sus palabras le afectaron.

    Caminó hacia Alice, sintiéndose peor que la caca, y se mordió el labio inferior.

    —Pe-erdón, Alice.

    La aludida negó con la cabeza.

    —Está bien, estoy bien.

    Dylan entró, y el silencio que encontró, las expresiones que encontró, causaron que frunciera el ceño.

    —Enana —llamó su atención. Los ojos miel de ella lucían culpables—, ¿qué-

    Sofía miró hacia abajo, hacia sus pies.

    —Hice sentir mal a Alice.

    —No lo hizo —replicó la aludida.

    Para la total sorpresa de Dylan, ambas comenzaron a discutir sobre ello.
  
    —No puedo creerlo —murmuró, y las dos lo miraron. Ante un recuerdo abrupto agregó—: No he obtenido mi beso de buenos días.

    Sofía refunfuñó un montón, pero se acercó a él y depositó un beso en su mejilla.

    Luego, ambos hermanos observaron a Alice.

    Alguien les hizo saber que estaba en la puerta, pero ni ella ni Dylan se movieron. Fue Sofía quien, suspirando, se apresuró a investigar de quién se trataba.

    Estaban solos por el momento.

    —Sigo esperando mi beso.

    Alice tragó.

    —Espéralo sentado.

    —Mejor lo buscaré —Una sonrisa—. Buscaré varios.

    Cuando dio un paso, sólo uno, ella caminó hasta posicionarse frente suyo y le brindó una mala mirada.

    Luego, alcanzó su mejilla y posó sus labios ahí, quedándose estática cuando él le recordó lo que había querido dejar atrás para no morir de vergüenza:

    —¿Cuándo te quitaste la ropa interior, Alice?

💣

Actualización seguida, oh, sí, oh, sí Bv

Los hamo 💖

—La Lu😎☄️

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora