Capítulo 7, Temporada 2

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Alice Victoria Lauren sintió al martillo impactar contra su caja torácica de manera repetitiva.

     ¿Martillo?

     Aquel no era en realidad un martillo, pero parecía uno; su corazón golpeaba con fuerza, una y otra vez.

     Demasiado fuerte.

     Fuerte.

     Demasiado.

     Lo había dicho.

     Le había dicho que lo quería, lo había dicho.

      Lo había dicho, y no en su mente, no frente al espejo. No hubo negaciones, no hubo una excusa para lo que sentía, finalmente.

      Lo había dicho.

      Y ahora, de pie, obligándose a no huir, sólo pudo verlo a él, a quien no decía una sola palabra, porque...

      ¿Por qué?

      ¿Por qué no decía nada?

       Él la miraba fijamente.

       —¿P-por qué me miras así? —cuestionó, porque tanto silencio estaba provocando que se pusiera nerviosa, bueno, más—. He sido obvia, y tú... —Tragó saliva—. Tú me conoces. Pero parece... parece que te conviertes en un ciego cuando se trata de lo que siento por ti —Miró hacia abajo, pero sólo por un momento, mientras ordenaba el desastre de su mente—. Creíste aquella mentira, esa en la que aseguraba que no eras nadie para mí. Así que, recientemente, te dije toda la verdad por medio de mentiras.

      Por Dios, ¿estaba comenzando a balbucear? Esperaba que no. De verdad, de verdad esperaba que no.

      Dylan asintió, sin expresión, e iba a hacer algo como dejar pasar la conversación. Pero ella no podía permitirlo. No podía, no podía escapar otra vez.

      No quería que él se fuera de nueva cuenta, creyendo que no lo quería porque había sido una estúpida obstinada.

      —Me gustas desde hace mucho —confesó inmediatamente, y sus manos se dirigieron a la falda de su vestido, para sujetar firmemente—. Eh. Ah, sí, me gustas desde hace mucho y-y traté de evitar que eso continuara, por lo que me alejé, ya que si continuaba —risa—... dolería.  Porque, ahm, soy algo así como una perdedora —surgió más como una pregunta—, mientras, tú, tú eres un ganador. Ya sabes, puedes tener a quienes quieras, por lo que sería difícil de creer que podrías querer a personas como... como yo.

     Quince segundos después de haber dicho eso, se dio cuenta de lo que sucedía en aquel preciso momento.

     Estaba enfrentando.

     Siempre callaba por su inseguridad, siempre se guardaba las cosas por su inseguridad, siempre se frenaba, pero ahora, ahora...

      —Me gustas —dijo sin titubeos, mientras que la inseguridad trataba de arrastrarla de nuevo al lugar al cual no quería volver—. Te quiero. Eres el hombre que quiero —repitió, levantando el mentón—. Y esa es la verdad, toda la verdad.

       Claros, los ojos de él eran claros y permanecieron en ella.

      —Así —comenzó Dylan—... que te gusto.

      Ella asintió, y sintió el calor en su cara.

       Entonces vio el cómo el hombre comenzó a pasearse de un lado para otro. Primero caminando unos pasos a un lado, para tomar pronto la otra dirección, y viceversa. El ceño fruncido persistía en él, y Alice no podía, no podía apartar la mirada, porque Dylan Ferrer era... magnífico.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora