Capítulo 4, Temporada 2

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Al día siguiente de haber tenido la larga conversación con Haz respecto a la desaparición de Sofía, y las noticias... que esperaba fueran nada más que una mentira, Alice siguió con su labor.

     Ella explicaba, y señalaba los —como había escuchado a sus estudiantes— números con letras en el tablero, sin embargo, solía desconectarse a veces. Estaba escribiendo y de repente, sólo se quedaba quieta, parpadeando, recordando las palabras de Haz, el plan que los chicos realizaron, y que cumplirían el día de hoy.

       —¿Profesora? —le llamó una estudiante con confusión. Lo que causó que se avergonzase, porque se tomaba su trabajo muy en serio, demasiado en serio, y esa 'perfección' que llevaba desde que comenzó, estaba siendo arruinada por un montón de pensamientos que no harían más que sumarse y sumarse, hasta que sus preocupaciones se multiplicaran. Sería difícil el restarlas.

      —Lo lamento —dijo, y prosiguió con lo que estaba enseñando, negándose a pensar más en preocupaciones que no tenían nada qué ver con lo que importaba ahora, que era el ser buena maestra.

       Las horas pasaron, y pronto estuvo en su hora de descanso. Tenía una botella de líquido demasiado amarillo con el sabor 'natural' de la fruta, que era mango, a un lado, y un sándwich cubierto al otro. Enfrente tenía una cosita pequeñita de helado de mora.

       —Manos a la obra —susurró. Ella acabó con el sandwich primero, y tomó un largo trago de la bebida realmente dulce. Era deliciosa. Dejó la botella a un lado, pero volvió a sujetarla, para abrirla y beber de ella de nuevo. Pronto esta se vació, y sólo le quedaba el helado.

       Fue a agarrarlo cuando una de las profesoras presentes de la nada se giró hacia ella y dijo:

       —Señorita Lauren —Voz melodiosa, pero una expresión extraña—, se me ha informado que estuvo recientemente de cumpleaños.

       —Lo estuve —dijo, comenzando a destapar el helado.

       —Ah, una joven tan especial como usted debió de tener una gran fiesta, ¿verdad? Incluso ahora, a mis cuarenta, tengo a varios amigos que me sorprenden con sus fiestas sorpresas —le hizo saber, sonriendo hacia otra mujer que asentía de acuerdo—. Es bueno tener a tanta gente que te quiera, ¿verdad?

      —No tengo fiestas de cumpleaños —dijo Alice, tomando la cuchara aún más pequeña que provenía con el helado.

       La mujer soltó un jadeo horrorizado.

      —¿Por qué?

      —No considero a las fechas de cumpleaños importantes —confesó, aunque sintió que la manera en la que se expresó fue errónea por un momento.

      La profesora negó con la cabeza.

      —Ese comentario sólo vendría de una persona solitaria que, por supuesto, no tiene a nadie que le quiera lo suficiente como para hacer de su día algo inolvidable —Llevó un poco de su cabello detrás de su oreja.Y cuando vio que otros llegaron a la sala, sonrió un poco y elevó más la voz—. Ser asocial e introvertida son los causantes de que nadie la quiera, de seguro, señorita Lauren. Son muchos problemas en una persona, y las personas ya cargan con problemas. El agregar los suyos a los propios no serían más que una carga pesada que muy pronto tendrá que ser desechada. Por eso la gente evita a gente como usted.

      Alice asintió, y tomó una gran porción de su helado. Sintió el sabor y la frialdad.

     La frialdad hizo que recordara a Dylan, la primera vez que lo conoció.

      —Parece que está muy preocupada por mí —dijo finalmente—. Así que lo que dicho es erróneo —se lamió los labios y acercó su cuchara de nuevo a su helado para sacar más—, en gran parte, puesto que a pesar de todos mis problemas, usted está preocupada por mí. Está preocupada por mi bienestar, a mi parecer.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora