Capítulo 43

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Ondas.

   Ondas habían en el agua. Ella no las vio, las sintió vagamente...

   No abrió los ojos.

   Pronto, un cuerpo estaba frente suyo.

   Sin abrir los ojos, notó la sombra; alguien evitaba que la luz le diera en la cara.

   Ese alguien tenía... unos centímetros más de altura que ella. Alice no era baja.

   Se mantuvo como estaba, sólo respirando. Ella no vio a nadie.

   No vio a nadie.

   Un toque.

   Sintió un toque en su mejilla.

   Y bajó.

   Este bajó.

   El toque en su mejilla pasó por su cuello, y llegó cerca de su pezón izquierdo. Otra mano se posó en su rodilla.

   Ella no vio a nadie.

   No vio a nadie.

   Sólo respiró.

   Inhaló, exhaló.

   No vio a nadie.

   Pero sabía...

   Ella sabía...

   —Perfume equivocado —dijo, arrastrando las palabras, causando que la persona frente suyo se tensara—. Genial, un nuevo abuso.

   Abrió los ojos.

   Alice lo vio...

   Y no sintió nada.

   Él la miraba de vuelta...

   Y sentía mucho.

  —Tenías los ojos cerrados... —comenzó él, frunciendo el ceño. Abrió la boca para continuar pero Alice lo interrumpió con:

   —Y tú tenías tus manos lejos de mí —Miró hacia abajo, donde el hombre le seguía tocando. Luego levantó la mirada. Su expresión petréa—. Tus. Manos. Lejos. De. Mí.

   Él se rió brevemente, arrugando la frente de manera momentánea, mirándola. Apartó las manos, y se rió de nuevo.

   Una risa tensa.

   —¿Te crees inalcanzable ahora que eres más hermosa que antes? —cuestionó él, dejando atrás su pose de rodillas para levantarse y mostrarse en toda su musculosa gloria. Quería verla avergonzada, quería verla enrojecer.

   Pero Alice se mantuvo tan... natural. Como si lo que él le mostraba no fuera nada nuevo, nada sorprendente. Como si hubiera visto algo mejor.

   —Claro, Gabrael —contestó ella, a lo que el susodicho tuvo que parpadear.

   Cerrando los ojos, y relajándose en su lugar, Alice lo ignoró...

   Él se quedó parado ahí, mirándola, con el agua cayendo de sus pelotas. Abrió la boca y la cerró, no muy seguro de qué decir.

   Fue la primera vez en su vida que se sintió tan inseguro.

   Ella no tenía que ponerlo así.

   —Mira... —trató de decir. Pero, de nuevo, Alice le interrumpió con un:

   —Ya que eres uno de los dueños de este lugar, ¿podrías hacer que me traigan más de esto, Gabrael? —señaló sin ver la botella—. Creo que lo amé.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora