Epílogo

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El día en el cual Alice Victoria Lauren y Dylan Alejandro Ferrer se casaron...

     Fue una locura.

     El día en el cual Alice Victoria Lauren y Dylan Alejandro Ferrer se casaron, fue el día en el que cualquier policía habría sido en demasía feliz de hallar a tantos exdelincuentes juntos.

     La mayoría de los invitados eran hombres enormes, y las mujeres que asistieron y que rondaban en la fiesta parecían peligrosas.

     Todos ellos sonreían de manera genuina a la nueva pareja de recién casados.

     Mary, quien todavía estaba dolida por lo sucedido con su hermana, lloraba cerca, mirándolos. Pero sonreía, su sonrisa era grande y orgullosa.

     Los recién casados también sonreían, por supuesto. Era su día feliz. Dylan, quien vestía un elegante traje de color (adivina, adivina) negro, rodeaba la cintura de su hermosa esposa. Alice brillaba, su vestido de novia resaltaba la belleza que en sí ya era.

     Los dos recibían felicitaciones.

     Por allí, por allí cerca de ambos, un perro un poco gordo y gris con un corbatín negro observaba con atención a la mesa de aperitivos. Un niño se le acercó, otra niña lo hizo también, y muy disimuladamente, le entregaron unos cuantos.

     Y Alan les pidió otro con su mirada de cachorro, por lo que obviamente nadie podía decirle que no.

     Eso fue hasta que Sofía, quien también parecía radiante, sumándole lo angélical, le susurró a su hermano la situación en el oído, y muy, muy pronto, el perro notó el ceño fruncido de su padre humano en su dirección.

     Alan se hizo el muerto.

     Y los presentes que presenciaron tal acto se rieron.

     Entonces las risas se convirtieron en completas carcajadas cuando lo vieron.

     Allá, allá entrando.

     El hombre grande e íntimamente que tenía de fama ser un grano en el culo, entró al amplio salón, de nuevo.

     Sí, 'de nuevo', porque antes Haz había sido el encargado de entregar a la novia. Él estuvo sobre ellos todo el tiempo que pudo, metido sumamente en el papel del sobreprotector hermano mayor.

     Lo que, efectivamente, seguía sin darle gracia a Dylan Ferrer.

     La razón... por la cual Haz se había retirado en algún momento fue por una lamentosa apuesta.

     Sí, "lamentosa" porque perdió.

     Había apostado que Dylan Ferrer se tardaría al menos unos dos años más en pedirle finalmente matrimonio a Alice.

     Vaya sorpresa enterarse que lo hizo tan pronto.

     Casi nadie lo esperaba.

     Así que, sí, estaba cumpliendo su palabra en ese momento. Los demás se estaban riendo de ello.

     Él dijo, señalando a Dylan:

     —Ni siquiera te atrevas a reírte —Ya que parecía divertido, pero no se reía aún—. Confié en tu mierda de "no me casaré", y mira en lo que me has metido.

     Dylan sonrió.

     —Mi error.

     Haz resopló, y miró a Alice, quien parecía también divertida.

     —Te ves hermosa, ya te lo he dicho —Luego posó sus manos en sus caderas—. Pero yo me veo mejor.

      Y él escuchó risas y silbidos. Pero sólo observó a Alice, esperando que reaccionara, esperando obtener lo que quería:

      Que ella se riera.

      Alice escondió su rostro en el pecho del hombre que era ahora su esposo y se rió.

      Haz hizo su mejor esfuerzo en parecer ofendido. Luego caminó, moviendo con exageración sus caderas. El negro vestido que poseía le apretaba en demasía...

     Le apretaba en demasía el paquete.

     Resignado a los coqueteos burlones de los bastardos del lugar, se dirigió a la mesa de aperitivos y agarró un postre que desde que llegó allí le había llamado la atención.

     Abrió la boca, la abrió grande y de una sola lo dirigió adentro, para masticarlo gustosamente, o como dirían otros, como un cerdo.

     Entonces miró a sus lados.

     Derecha, izquierda.

     Volvió a mirar a la izquierda.

     Una persona había llegado.

     Ella sonrió a Dylan, y dijo, quitándose sus gafas negras:

      —Lamento la tardanza, Alejandro. Mi avión se atrasó.

      Y ella dijo muchas cosas más, pero Haz de repente se volvió sordo porque no escuchó ninguna de las otras palabras o los ruidos de su alrededor.

      Él miró a Alice, y notó que ella lo miraba con preocupación.

      "¿Te sientes bien?", decía su mirada.

      Haz tuvo que apartar la mirada cuando por fin, por fin pudo escuchar de nuevo.

      La recién llegada le había hablado.

      Ojos verdes y familiares le observaban de arriba abajo.

      —Harry Colbert —dijo ella, con esa boca roja y pecaminosa que muchos malditos hombres habían logrado poseer—. Es bueno volver a ver a quien un día fue mi mejor amigo. Hola —sonrisa—. Me encanta tu vestido.

     Y a mí me encantas tú, pensó.

     Pero él nunca se lo diría otra vez.

     No cuando estuviera presente... Ya era demasiado malo que lo hiciera cuando miraba sus videos porno, cuando fingía tenerla para él, cuando fingía que sólo lo quería a él.

     —Hola, Esmeralda —dijo secamente.

     Ojalá su corazón no se estuviera volviendo loco.





























Harry Colbert:

(Pronto agradecimientos e información)

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(Pronto agradecimientos e información)


El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora