Capítulo 73

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Alice Victoria Lauren se quedó quieta, sin respirar, tratando de ignorar lo que se mantenía allí abajo, y esperando que el hombre creyera que estaba dormida, así, entonces se iría.

     Pero él no lo hizo. Se quedó, de igual manera como su tono furioso:

     —No duermes con las luces encendidas. Sé que estás despierta, Alice.

     Eso era vergonzoso...

     Ella no tuvo más opción que ponerse a la defensiva:

      —¡Ni siquiera deberías de estar aquí! —le gritó, sin moverse por supuesto. Sin descubrirse por supuesto—. Estoy harta de que entres a mi espacio como si nada.

     Hubo un silencio.

     Luego:

     —¿Por qué no me das la cara?

     Ella se mordió el labio inferior.

     —Resulta... resulta que también estoy harta de verte a la cara.

     Esa atractiva cara...

      —Ah, ¿y es por eso que me evitas tanto? No contestas mis llamadas, no lees mis mensajes y me esquivas constantemente —Él sonaba más cerca—. ¿Tan harta estás de-

      —¿De ti? Sí, ¡estoy harta! Te lo he dicho antes, ¡te lo dicho, Dylan! ¿Quién te crees para entrar a mi habitación así? —Su cara caliente—. Existen las puertas por una razón.

      —Toqué la maldita puerta, varias veces, y el imbécil de Haz me dijo que no querías verme.

      De repente quiso moverse un poco.

      —Sí, sí, y no te mentía —contestó, recuperando el hilo de la cuestión—. Pero estás aquí, así que deduzco que no entendiste el mensaje.

      La cosa rosa siguió vibrando, y a Alice comenzó a faltarle el aire.

       —¿Por qué? —la pregunta llegó varios segundos después—. ¿Por qué? Básicamente me abandonaste en la puta cama y-

      —Y es hora de que te vayas —le cortó, mientras trataba de no removerse—. No soporto tu grosería. En serio, no la soporto. Déjame dormir  —Se mordió el labio inferior, y posó su mano en su pecho derecho, donde el pezón se encontraba duro y exigía atención—. Estoy cansada, y dormir es lo único que deseo. Estás siendo... una molestia.

     —Una molestia —repitió él, y Alice sabía, Alice sabía que estaba mucho más enojado ahora.

     ¿Por qué ser consciente de ello casi hizo que gimiera?

     —Te lo dije, Dylan: No te soporto. Vete.

     Silencio.

     —Muy bien, lo haré, me largaré cuando vengas aquí y me lo digas en la cara.

     Ella dejó de respirar.

     Cuando logró hacerlo, lo cual fue unos segundos después, se las arregló en decir:

     —No... no voy a levantarme. No tengo que hacerlo, si no quiero —Apretó los labios, y se movió sólo un poco—. ¿Puedes dejar de ser... un cretino por un momento? Te estoy pidiendo que te vayas.

     —No tengo que hacerlo, si no quiero —devolvió sus palabras.

     Y Alice quiso gritar.

     Pero entonces, el aire fue retenido en sus pulmones cuando lo escuchó decir:

     —Tu celular está en el suelo.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora