Una presencia molesta.

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En todas las actividades extracurriculares, clubes y cualquier otra cosa que hiciera en la escuela, esa molestia de doble clara siempre estaba ahí.

¡Incluso en el maldito club de literatura!

Y eso que Bakugou se había unido porque Midoriya se lo rogó. Pero ahora no tenía forma de liberarse los martes a la tarde donde por toda una hora tenía que convivir con la presencia infame de Todoroki y los susurros molestos de sus compañeras a su alrededor.

¿No que la biblioteca era un lugar para estar en silencio? Esas niñas no parecían entender eso, el maldito bicolor con únicamente abrir un libro y sentarse en la punta de la mesa las tenía chillando de la emoción. Se ponía peor cuando leía en voz alta por pedido —demasiado dulce— de la presidenta del club de literatura.

Katsuki odiaba esos momentos, Shoto tenía un voz normal que usaba casi nunca. Escucharla de corrido por más de diez minutos era sumamente irritante para él y encantador para el resto de las femeninas.

—Kacchan, lo siento —se disculpo Izuku por cuarta vez en ese día —Te juro que no sabía que Todoroki-kun también estaría en ese club. Pero como los miembros ya son suficientes, puedes dejarlo si quieres, ¿si?

— ¿Eh? ¿Por qué mierda tendría que irme yo? —gruño el cenizo.

Mejor no digo nada contra eso.

—Vale, vale. Si no quieres irte no te vayas —desistió el pecoso de insistir con una batalla pérdida —De todos modos, es divertido estar contigo y me gustaron los libros de hoy.

—Entonces haz mí maldita reseña. No tengo tiempo para eso.

— ¿Harías mí tarea de matemáticas a cambio? —negocio Midoriya.

Bakugou asintió sin problemas. Estaban en su último año de escuela primaria y Kaminari estaba requiriendo un par de clases extra para mejorar sus notas. Así que, entre las actividades extracurriculares que tenía, había hecho un hueco para darle tutorías a su hermano.

El motivo era simple, el pecoso y el cenizo aspiraban a una misma secundaria con un nivel académico bastante alto y como su rubio hermano menor quería acompañarlos, debía primero mejorar su propio promedio escolar.

A el de ojos dorados realmente no le importaba demasiado la secundaria a dónde sus hermanos querían ir. Hacía el esfuerzo para estar con ellos.

Katsuki e Izuku doblaron en una esquina de la calle, cerca de un parque y encontraron a Denki jugando con unos niños menores que él a su alrededor. Los copos de nieve caían sobre su cabello rubio y no había señal de sus guantes, por lo que notaron sus manos algo rojas por el contacto con la nieve fría.

—Ese idiota, ¿cómo piensa tocar su guitarra si se queda sin dedos? —se burlo el de ojos rojos y el pecoso a su lado se rió.

Desde lo que había pasado con su padre el año pasado y al enterarse de la muerte de su madre, sería mentira decir que el de ojos dorados no paso por ciertos lapsos de melancolía y tristeza pero gracias a su familia y la visita anual de los Shinsou por las vacaciones, se encontraba mejor, animado y alegre como siempre había sido.

Aunque ambos hermanos sabían que de vez en cuando pasaba por el santuario de la familia Kaminari y se quedaba ahí por una hora o dos máximo. Si era para visitar a su abuela —la cual pese a su personalidad estricta era amable con su nieto— algunas veces o ir a la tumba de su madre, ninguno sabría decirlo con certeza. Pero mantenían el secreto de Kaminari a salvo como un acuerdo implícito.

Bakugou agarró un poco de nieve que había en el piso y con cautela se fue acercando hasta el rubio distraído que acechaba a un par de niños, cuando la distancia fue la correcta lanzo con suma precisión la bola de nieve contra su nuca.

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora