¿De qué sirve si no puedo ayudarte?

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Izuku debía reconocer que no era la primera vez que esto pasaba.

¿Seguro te crees la gran cosa, no? ¡Déjalo! ¡No lo mereces!

Pero sí era quizás la única ocasión en que quienes lo molestaban eran mujeres.

La nota en su casillero debía ser la número ciento veinticinco de ese mes. Tomando en cuenta que llevaba unos tres meses siendo el novio de Eijirou, ni le daban ganas de hacer la cuenta de cuántas notas llevaba acumuladas.

No valía la pena y solo le haría sentir más fastidiado.

El pecoso suspiro y rompió la nota en dos para luego tirarla al cesto de basura más cercano. Después, bostezando se dirigió hasta su salón de clases.

Desde que las notas habían empezando a llegarle —una o dos a la semana en el inicio— tuvo que tomar medidas para no involucrar a sus hermanos ni amigos en sus problemas. Mucho menos a su novio.

Aunque eso le costaba horas de sueño y la excusa mala de que llegaba temprano a Yuei para cumplir con tareas del consejo estudiantil, en el cual formaba parte por segundo año consecutivo.

Una parte suya se sentía culpable por eso, Tenya le había indicado en varias ocasiones —notando sus ojeras o falta de atención en clases por culpa del sueño— que no era necesario que pasara tanto tiempo con las tareas y que si quería, podían hacerlas juntos. Ochako también se ofreció a ayudarlo.

Pero claro, el de pecas se negó alegando que era su tarea y que podía con ella.

Katsuki y Denki intentaron ser más persuasivos pero tampoco consiguieron nada. Al final, sabían que cuando se ponía en modo terco, nada ni nadie podría ayudarlo. Y pese a que no rindieron —un par de veces trataban de hacerlo entrar en razón— usaron otras alternativas para ayudarlo.

El cenizo le daba una taza de café bastante cargada, unos dulces ricos en azúcar y unas galletas para que se llevará temprano por la mañana. De esas forma, podría estar más despierto en clase y no pasaría hambre hasta el almuerzo.

En cambio, el rubio lo llevaba a rastras a la enfermería para que durmiera una siesta los días que tenían un periodo de estudio libre. Generalmente, los jueves o martes.

Midoriya agradecía tener hermanos tan buenos.

El salón a esas horas de la mañana estaba completamente frío y solitario, el cielo que se reflejaba por las ventanas era negro y el ambiente olía ligeramente a desinfectante, ya que el aula acababa de ser limpiada.

Las luces encendidas hicieron dolor un poco los ojos esmeralda del pecoso quien se dirigió hasta su asiento y uso su mochila amarilla como almohada.

Faltaba como hora y media para que todos llegarán. Quizás podría adelantar su tarea de inglés o literatura. No podía quedarse dormido porque debía ir a revisar su casillero en una hora para ver que nuevas notas no hubieran aparecido.

Siempre tenía varias ya que las notas eran dejadas al finalizar el día escolar anterior y cuando iniciaba el día escolar posterior. El de ojos esmeralda sabía que eran dejadas por distintas chicas, sin relaciones entre sí —porque algunas eran mayores, otras menores y unas de su edad, todas en distintas clases— pero con un mismo sentimiento que les unía en su contra.

Todas ellas tenían un enamoramiento hacía Kirishima y como todo Yuei sabía quién era el novio del pelirrojo encantador del equipo de básquet, pensaban demostrar su opinión sobre ello.

Era un acoso clásico que el pecoso vio pasar a algunas chicas hacía tiempo en la secundaria. Cuando una de ellas salía con el chico que le gustaba a todas o atraía su atención, aún sino la quería, las demás se ponían en su contra.

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora