El verdugo.

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Kaminari miraba con pena el cielo gris desde su asiento. El hombre del clima era un mentiroso, ¡prometió que ese día no llovería!

No es que tuviera algo contra la lluvia, le gustaba su sonido y el poder dormir una siesta más larga de lo usual ya que no tenía nada mejor para hacer. También el arcoiris que había el final. Midoriya una vez lo había dibujado para él y lo pusieron en una pared de la sala para que todos pudieran verlo.

El pecoso estuvo avergonzado pero el rubio aseguro que era un dibujo muy bonito para solo tenerlo él y que todos debían verlo. Sus padres no tardaron en verlo y halagar a su creador.

Bakugou no parecía sorprendido por los dotes artísticos del pecoso. Solo sonrió al ver el dibujo y se fue a su habitación.

El rubio paró de escribir cuando escucho el sonido de la lluvia golpear el cristal de las ventanas del salón y así como todos los demás niños —o la mayoría de ellos— volteo la cabeza para comprobar lo que ya era un hecho.

Estaba lloviendo.

El hombre del clima era un mentiroso.

Y los truenos que hacían estruendo a la distancia lo demostraban.

En los días de lluvia como eso, los profesores guiaban a sus alumnos hasta el salón de actos de la escuela el cual era gigante, frío y solo amplificaba el sonido de la lluvia de forma aterradora

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En los días de lluvia como eso, los profesores guiaban a sus alumnos hasta el salón de actos de la escuela el cual era gigante, frío y solo amplificaba el sonido de la lluvia de forma aterradora. Pero al menos los mantenía secos y les permitía jugar.

Cómo iban en filas y por años a través de los pasillos que los llevaría hasta ese lugar, el rubio podía escabullirse hasta su hermano mayor o hasta el pecoso. Dependiendo quien le quedará más cerca.

Su profesora no se daría cuenta del cambio en la fila y sus compañeros de clase solo se reían de su inquieto ser.

Kaminari iba hasta el final de la fila de los niños y Bakugou al frente, así que pasando de largo a sus amigos intento llegar hasta el cenizo pero en eso sintió un escalofrío recorrer su columna y cuando menos lo espero, alguien había tirado de su brazo con violencia.

— ¡Señor, alto! ¡Llamaré a la policía!

Denki no podía reconocer quién estaba gritando, un profesor quizás, tal vez hasta era su propia maestra. No lo tenía en claro, algunos de sus compañeros de clase también gritaron y él solo podía sentir el tirón que estaba dando su brazo por estar levantado de esa forma.

Su voz no salía, ¿por qué no salía? ¿por qué era incapaz de hablar?

Ese hombre sonrió.

El rubio estaba por llorar. Las emociones violentas creciendo en su interior como un torbellino.

Tenía miedo, mucho miedo.

¡Mamá, mamá, mamá!

— ¡Suelta a Denki, maldito!

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora