Una noche, dos padres, tres hermanos y un desconocido.

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Toshinori Yagi se encontró sorprendido cuando escucho la puerta de su casa abrirse. Su hijo Izuku seguía durmiendo y su esposo estaba en la biblioteca leyendo, mientras que sus otros dos hijos habían avisado que no volverían hasta que el sol estuviera por ocultarse.

¿Por qué habrían vuelto tan pronto? Aún no eran ni las cuatro de la tarde de la tarde y él apenas había comenzado a hacer la cena. Quizás Katsuki pensó que tendría problemas —porque hacía muchísimo tiempo que no cocinaba— y había decidido volver antes para echarle una mano.

Su hijo mayor podía ser sumamente considerado.

El rubio se dirigió hasta la entrada con pasos lentos e impacientes esperando ver a sus pequeños y efectivamente los vio.

Solo que acompañados de otro joven pelirrojo que le veía con una sonrisa tímida y nerviosa.

— ¡Padre, estamos en casa! —reporto Denki como si el mayor no les hubiera visto pasar por la puerta.

— ¿Pensabas cocinar, viejo? —interrogó el cenizo al verlo —Deje comida para ustedes.

—Quería intentar hacer algo yo, un budín de naranja para Shota —explico Toshinori algo avergonzado — ¿Y él quien es, mis niños?

Sus hijos se vieron algo avergonzados por como los llamo pero esa era la venganza del rubio. Él estaba frente a un desconocido joven con pantuflas de conejo y un delantal rosado con volados —un regalo de bodas por parte de un amigo de su esposo— tenía derecho a hacerles también pasar por alguna vergüenza.

¡Pudieron haber mandando un mensaje si iban a venir con visitas!

Le habrían dado tiempo de verse más...adecuado.

—Soy Kirishima Eijirou —inclino levemente la cabeza el desconocido —Un gusto conocerlo, señor.

—Es un amigo mío y de Kacchan —agrego el rubio con una sonrisa — ¿Podría quedarse a dormir? ¡Por favor!

Toshinori se sintió consternado por un segundo. Sus hijos nunca habían llevado a alguien a la casa y en un principio, pensó que quizás era porque estaban avergonzados de quienes eran sus padres. Una vez le contó eso en confidencia al pecoso, quería era su oyente y viceversa.

El pecoso le aseguro que no era para nada por eso, el problema era que ni él ni sus hermanos estaban lo bastante cómodos con otras personas. No que no tuvieran amigos, sino que ninguno era lo bastante importante como para venir a su casa.

Pero Midoriya le juro que si él o alguno de sus hermanos encontraban a alguien así, lo traerían a casa sin problemas.

Yagi no pudo evitar el sonreír.

—Por mí no hay problema, ¿pero ya han hablado con los padres del joven Kirishima? —cuestiono con un ceja alzada y su hijo menor soltó una risa nerviosa, habían pasado por alto ese detalle —Pueden llamarlos y pedirles permiso. De momento, entren niños. Deben tener hambre.

Kaminari siguió a su padre hasta la cocina para preparar unos sándwiches de forma rápido mientras que Bakugou guiaba a Kirishima escaleras arriba para que fuera a bañarse primero. El pelirrojo no podía evitar mirar todo lo que tuviera a su alcance y para aumentar su curiosidad, vio un par de gatos que se correteaban por los pasillos.

Uno tenía rayas negras en su pelaje gris y el otro era negro con una mancha blanca sobre su cabeza. Corrían una tras el otro, tirándose en el piso y seguían corriendo, pero cuando lo vieron a él, uno de ellos paró súbitamente y salió corriendo en dirección opuesta a la suya.

Dejando solo al gato con mancha blanca que se acercó hasta el pelirrojo quien se agachó y paso una mano sobre su cabecita.

—Que lindo, ¿cómo se llama? —pregunto Eijirou a su amigo que se quedó de pie a su lado.

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora