Vocación.

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Kaminari iba a llorar de los puros nervios.

—Oh, niño, no pongas esa cara. Has demostrado estar lo suficientemente capacitado como para participar en esto, ¿o acaso no quieres hacerlo?

— ¡S-Sí quiero hacerlo! —tartamudeo inseguro el rubio —Pero no sé, ¿está segura, profesora? ¿no es mucha responsabilidad dejarme a mí a todo un grupo?

—Que dudes de mí me ofende, si te estoy dejando a cargo de mis estudiantes es porque confío en ti —se cruza de brazos la mujer y hace un refinado movimiento de cadera, imponiéndose — ¿Piensas que dejaría a mis lindos músicos a cargo de un profesor mediocre? Por supuesto que no.

El menor se muestra algo avergonzado por el regaño aunque una parte suya está feliz que aquella mujer lo considere un buen maestro para los niños.

La academia de música donde daba clases dos horas por día era hermosa, pequeña pero muy hermosa y con el aspecto de una casa inglesa en vez de un colegio. Las paredes eran de colores azules y blancos y los salones estaban llenos de instrumentos distintos, junto con las comunes sillas y pizarrones. Aunque había pocas mesas, no se usaban de todos modos.

La academia aceptaba estudiantes desde los siete años hasta los dieciocho años pero los cupos eran limitados, no por la exigencia —que era bastante— que ejercía la institución sino por su tamaño y por el hecho de que contaba con escasos profesores. Mayormente, los cursos tenían un mínimo de diez estudiantes y un máximo de quince.

Denki era el ayudante de una profesora mayor —muy mayor y estricta pero buena— que se hacía cargo de los cursos primarios que eran los grupos de niños de siete y ocho años. Y pese a sus deslices en las primeras clases, ella lo consideraba lo bastante capaz para hacerse cargo de un evento tan importante como era la presentación músical que darían los niños dentro de un mes.

Sin embargo, el rubio no estaba tan seguro al respecto. Era mucha responsabilidad y muy difícil, estaba feliz por ser considerado pero por dentro la duda de si podría lograrlo le preocupaba.

—Lo sé, es solo que...—retoma la conversación el de ojos dorados — ¿Realmente cree que lo haré bien?

La profesora quien viste de forma coqueta con un vestido de lunares y con un maquillaje prolijo junto con su cabello blanco corto suelta un largo suspiro y camina hasta el rubio que estaba cabizbajo en el medio del salón que ellos usaban para brindar clases.

Ella sonríe levemente ante la mueca de su ayudante y le da un golpecito en la cabeza con una partitura que luego el menor toma con duda.

—Lo creo. Ahora hace falta que tú lo creas —dictamino la mayor dándose la vuelta —Los niños llegarán en diez minutos, termina de ordenar y les daremos la noticia que estarás a cargo de ellos, mientras que yo estaré con los del grupo dos. Recuerda, tienes un mes para prepararlos.

—Sí, profesora —asiente el de ojos dorados arrugando la partitura que los niños deberían aprender entre sus manos.

—Y para el evento debes vestirte formalmente —agrego divertida la mujer —Tus corbatas son simpáticas, muchacho. Pero la directora me mira con malos ojos cada vez que te ve y ese día va ser muy estresante para todos. Hagámoslo llevadero, ¿okay?

Kaminari hizo un saludo militar en señal de que había entendido y la profesora se rió de buen agrado. La vestimenta que usaba el rubio para dar clases rozaba con lo que la academia consideraba "decente", unos pantalones azules de jean y una camisa blanca de mangas largas eran lo más normal que traía puesto. Después, sus corbata siempre traían un estampado extravagante y sus zapatos eran a cuadros de rojo y negro o de un llamativo color amarillo.

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora