Oculto.

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Shinsou sabía que no tendría escapatoria pero se felicitaba a sí mismo por atrasarlo lo más que pudo.

En cambio, Kaminari había tomado el papel de madre molesta. El cual no le quedaba bien cuando pensaba en la propia y desordenada habitación del rubio.

— ¡Shin! ¡Dame una mano, por favor!

El de ojos violetas se sobresalto ante la voz alarmada de su primo. Había estado en la cocina, de rodillas poniendo un par de cosas dentro de la alacena donde debían estar. Vasos y ollas, lo básico para una sola persona mientras que el contrario se iba a encargar de un mueble.

Debió suponer que los flacuchos brazos de Denki no podrían con tal tarea.

Hitoshi estuvo muy tentado a reírse cuando vio al rubio tratando de sostener el mueble, una modesta estantería que le mandaron sus padres, con dos de sus manos y el sudor bajando de su frente. Pero fue a auxiliarlo antes de que se le cayera encima y pudiera lastimarse.

No quería limpiar su sangre.

— ¡Uff! Estuvo cerca, gracias —agradeció el menor aliviado — ¿Cómo vas con las cosas de la cocina? ¿Ya terminas?

—Quedan un par de cosas. Pero tengo hambre —se quejo Shinsou — ¿No podemos parar por hoy y comer? Por favor.

Kaminari había llegado a su casa el viernes por la tarde noche, a eso de las ocho y lo tuvo trabajando hasta las dos de la mañana con todo lo que tenía para desempacar y ordenar. Finalmente, cuando se fueron a dormir, el de ojos violetas fue despertado a las hermosas ocho de la mañana por un rubio alegre y cansado que le exigía que siguieran con sus tareas incompletas del otro día.

La verdad sea dicha, sin su insistencia y determinación el departamento se hubiera terminado de acomodar, limpiar y amueblar después de seis meses desde su llegada.

Pero no por eso Hitoshi estaba feliz de estar sin comer y durmiendo poco un día sábado.

—Vale, haré café —acepto Denki — ¿Podrías ir a comprar unas donas?

El de ojos violetas suspiro con alivio y asintió a lo que pidió su primo, a él también le vendría bien algo dulce para variar. El rubio se dirigió hasta la cocina y se puso a hacer el café pero antes de que el más alto pudiera irse, le pidió que fuera hasta él.

Cuando Shinsou lo vio de brazos cruzados empezó a preguntarse que rayos había hecho mal esta vez.

Y Kaminari se rió al notar eso.

—Shin, que malos modeles tienes —regaño el de ojos dorados — ¿Que debes decir cuando estar por dejar tu casa? Hasta un niño pequeño lo sabe.

El más alto abrió la boca y se sonrojo hasta las orejas al notar lo que su primo quería que dijera. Así que, usando su privilegio de poder ignorar las payasadas del rubio y quedar indemne por eso, camino lo más rápido que pudo hasta la puerta para salir y antes de hacerlo, lo escucho gritar jovialmente desde la cocina.

— ¡Que te vaya bien!

Hitoshi dio un portazo y aún así, podía escuchar la cantarina risa de Denki desde el fondo de su departamento.

Y, por supuesto, pudo sentir el calor abrasador sobre su rostro.

Y, por supuesto, pudo sentir el calor abrasador sobre su rostro

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