Demostrar.

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Shinsou no sabe si sentirse agradecido o preocuparse cuando la abuela de Kaminari, luego de escuchar todos sus argumentos sobre su relación y porque estaban ambos besándose en el piso —un hecho que destacó, varias veces, como de mal gusto ya que eran visitantes— le pidió amablemente que se fuera de la habitación y recorriera la casa en lo que hablaba con su nieto.

Las tardes de otoño eran muy frías pero nada a lo que alguien como él, criado en un lugar como Hokuriku dónde nevaba casi todo el año, no pudiera manejar con facilidad. Aunque incluso fuera de las protecciones de la casona, el patio no era tan frío como creyó en un inicio el de ojos purpura y pronto, decidió que sería mejor que se fuera a investigar los alrededores que quedarse de pie sin hacer nada.

Ya no había monjes a la vista pero algunas sacerdotisas estaban quemando papeles y haciendo sus ritos cómo era habitual. Había un par de niños, acompañados por sus padres junto con ellas y llevaban libros pesados. Debían ser aprendices.

Las sacerdotisas miraron al adolescente desconocido con desconfianza pero los demás con curiosidad. Un par de niños lo señalaron, lo que hizo sentir incómodo al de cabello purpura y que se alejará del lugar, guiándose por un camino del patio que iba cuesta arriba.

Hitoshi pensó que llegaría a un mirador o a un trozo de tierra sin importancia que había en ese lugar pero fue sorprendido viendo una hilera de tumbas antiguas frente a sus ojos y el color blanco de las farolas iluminando a su llegada.

Había llegado al mausoleo familiar, el cementerio de la familia materna de Denki.

No debería estar aquí por mí cuenta.

El pensamiento no era porque el cementerio —porque eso era, sin importar lo lindo y limpió que se viera— le causará miedo, sino, porque el de cabello purpura no era un miembro de la familia Kaminari y pese a estar en una relación con alguien de la familia, esa persona no era aceptada por el resto abiertamente y eso todos lo sabían.

Por lo cual, el que él estuviera ahí podría traerle el doble de problemas a su novio en su siguiente visita.

Su curiosidad no era tan grande como para que se quedará, así que el más alto volvió sobre sus pasos para irse pero se encontró con un par de ojos marrones viéndole y haciendo que no pudiera avanzar de dónde estaba.

—Buenas tardes, joven ¿viniste con el nieto de Kaede-sama, no? ¿eres un amigo?

Era una mujer de mediana edad, con un yukata de color negro y una expresión amable, materna por decir lo menos.

Shinsou asintió a sus palabras pero eligió no corregir su impresión de que él era un amigo de Kaminari. En caso, de que su respuesta produjera un efecto negativo en la mujer aparentemente gentil.

—Sí, lo acompañé hoy —respondió tratando de sonar lo más educado posible —No era mí intención llegar hasta aquí. Fue por error, ya me iba.

— ¿Por qué te irías? —inclino la cabeza la mujer, con una sonrisa y subió un par de escalones más — ¿Y sin saludar a Midori-sama? Eso es de mala educación —reprochó suavemente, aunque se notaba que quería hacer una broma y romper con la incomodidad entre ellos —Ven conmigo, te guiaré hasta su tumba.

Hitoshi no quiso —ni supo— negarse a esa propuesta y siguió a la mujer quien caminaba como si supiera el camino por el cual le estaba llevando de memoria. Incluso, cuando llegaron a una tumba pequeña y pulcramente decorada, le menciono que debía encender un incienso en específico —el aroma favorito de la difunta— y cual era la posición correcta para mostrar respeto a la tumba.

Ella se sentó a su lado cuando termino con eso.

—No estaré en posición de decirlo, pero me ha hecho feliz conocerlo. Fui la niñera de Midori-sama durante su niñez y formé parte del personal de la casa donde creció. Cuando era más joven, nuestra relación era más estrecha pero a medida que fue creciendo...—suspiro la mujer y negó con la cabeza —Sus padres nos pidieron a todos alejarnos de ella, los juegos estaban prohibidos porque la distraían de sus estudios, lo mismo con las salidas fuera del santuario y que decirle sobre los amigos. Fueron tiempos duros para ella y fue horrible verlo, la cargue cuando era una bebé y cuando se convirtió en una bella señorita, teníamos vetado hasta el saludarla. Condenada a una soledad tan terrible, a decir verdad y espero perdoné mí franqueza, no me sorprende como terminó todo.

Quiero conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora