Soulmate [CERRADO] [Personaje x Lectora]

Satoru Gojo x Lectora [Jujutsu Kaisen] [2]

[Advertencia: drama/angst]

La cabeza le daba vueltas, y varias gotas de sudor se deslizaban por su cuello, la respiración agitada y manos temblorosas. No recordaba que había sucedido, ni donde se encontraba. Creía escuchar susurros a su alrededor y voces asustadas, así que concentro su mirada hasta poder divisar los rostros que se iluminaban con ayuda de las velas que se encuentra en el suelo.

Hoy era el día donde se renovaba el sello de Daji, cada cincuenta años debía reforzarse el mismo porque con el paso del tiempo la kitsune se hacía más y más fuerte.

Su hermana, la actual contratante, hacia un buen trabajo para mantenerla bajo control. Era fuerte, entreno arduamente para convertirse en una hechicera reconocible que mantuviera el nombre de su familia en alto. (T/n) la admiraba por ello, a diferencia de ella, que solo deseaba tener una vida normal. El poder ver espíritus y lidiar con todo lo relacionado a lo sobrenatural era algo de familia, pero a veces deseaba poder alejarse de ese mundo.

—Deberías ser más como tu hermana —había dicho su padre una vez.

Un sentimiento extraño que comenzaba a formarse en su pecho. La asfixiaba constantemente, la carcomía desde adentro, y parecía apaciguarse cada vez que se encontraba alrededor de sus amigos, sobre todo con Satoru cerca. Diferentes en tantos sentidos, pero parecidos en algo: ambos provenían de familias importantes. Aunque (T/n) no tenía la misma presión que su hermana, ya que sus responsabilidades son diferentes, pero alguna forma siempre había un comentario respectivo hacia su forma de ser, su poder, o lo que fuera. Nunca era suficiente, nunca bastaba.

—¿No crees que les das demasiada importancia? —el albino la observo por encima de su hombro, terminando de eliminar a una maldición—. Ignóralos, no podrás vivir a base de sus expectativas.

«Es fácil decirlo, cuando eres alguien que cumple con todo lo que un hechicero necesita» pensó esa vez, con una sonrisa amarga.

Bajo su mirada a las manos ensangrentadas, el olor impregnado en el piso de tatami y sus prendas. Su hermana se lo advirtió a todos; Daji aclamaba tener una cierta fascinación hacia ella, y nadie sabía el por qué, pero como (T/n) no representaba ninguna amenaza, decidieron ignorarlo. Después de todo, Akira era la persona más fuerte en su familia, de otra manera no podría controlar a la kitsune... ¿Cierto?

«Mentira, mentira, mentira...» hundió su rostro en la palma de sus manos, las garras arañando parte de la piel de sus mejillas. Todo en ella temblaba, desde su cuerpo hasta lo más profundo de su alma.

Su cuerpo se alzó por sí solo, como si fuese un títere controlado por unos hilos invisibles. El cuerpo inerte de Akira descansaba a sus pies, el cuello abierto de par en par, los ojos amables opacados y lágrimas secas. No se lo merecía, no era justo, no tenía que ser así...

—Lo que sientes ahora mismo, ese dolor palpitante... —una voz susurro dentro de su cabeza, aterciopelada y elegante—. Se llama odio. Puede hacer tantas cosas con ello —llevo sus ojos a los hechiceros que trataban de mantener el sello bajo control, su padre observando desde una esquina, y le pareció sentir unas manos sobre sus hombros temblorosos—. Déjame enseñarte.

Entendió, mientras se abalanzaba hacia ellos, que Akira solo fue un sacrificio, un contrato provisional hasta que ella estuviera lista para lidiar con los poderes de Daji. Tenía la mano abierta de par en par, las uñas ahora transformada en garras doradas.