Soulmate [CERRADO] [Personaje x Lectora]

Grell Sutcliff x Lector [Kuroshitsuji]

[Conoces a tu alma gemela el día después del peor evento de tu vida] + [El nombre de tu alma gemela aparece escrito en alguna parte de tu cuerpo luego de conocerlo]

[Época moderna]

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Intento recordar porque se encontraba en esta situación tan desastrosa, o porque tenía un cuchillo clavado en medio del pecho mientras la sangre manchaba su vestido de fiesta. O porque había tanta gente gritando por todos lados, cuerpos tirados en el suelo...

(T/n) solo quería asistir a una fiesta después de estar seis meses enteros completamente entregada a sus estudios.

Ya saben, beber, bailar, tal vez conocer a un chico lindo y coquetear. 

Sin embargo, se encuentra en medio de una masacre. Las luces neón de colores violáceos, azules y verdes la dejaban momentáneamente cegada, aunque no sabía si la perdida de sangre ya la estaba haciendo perder la consciencia. Al girar la cabeza a la derecha, vio el cuerpo de una de sus compañeras de clase tirado y marcas en su cuello roto. 

Hizo una mueca al momento de respirar. 

No podía morir de esta forma, ¡malgasto seis meses de su vida en exámenes! Ni siquiera tuvo la oportunidad de conocer a su alma gemela, por un demonio. 

Bien, dejemos algo en claro. Si se quita el cuchillo se va a desangrar la vida misma y va a morir. Pero si se lo deja de igual manera moriría. 

—Ahora que lo recuerdo... —tenía un revoltijo en la cabeza, entre el alcohol y el dolor, no podía coordinar los pensamientos—. Fuiste tu la del cuchillo —dijo en dirección al cadáver de su compañera—. Maldita perra, venderé tus órganos al mercado negro.

Escuchó pasos a su alrededor, la música electrónica seguía sonando a pesar de todo. Cuando levanto la cabeza, vio dos pares de ojos rubí observarla directamente. Tiene la ropa manchada de sangre y otro poco en su boca. (T/n) le hizo un gesto con el dedo índice en su boca, mostrando que estaba sucio. 

—¿No vas a rogar por tu vida? —cuando hablo, pudo apreciar dos colmillos largos.

(T/n) entrecerró la mirada, como si hubiera dicho la mayor idiotez del mundo.

—Yo no ruego. 

La mano fría se aferró a su cuello, levantandola con suma facilidad. La elevo por encima de su cabeza, tan alto, que podía apreciar la vista desde allí. La sala llena de cuerpos, algunos tipos encima de una mujer, una pareja acorralada en un rincón. 

El tipo la acercó a su rostro, los labios posados sobre el lóbulo de su oreja. 

—Vas a desear haberlo hecho. 

  Y clavó los colmillos sobre su cuello. 

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A pesar de que le gusta el color rojo, sabe que es un dolor de cabeza tener que quitarlo de la ropa. Por lo tanto, tuvo cuidado a la hora de caminar por los diferentes cuerpos y charcos de sangre acumulados en el suelo de la discoteca, antro, lo que fuere. Bajo sus ojos verdes a la libreta abierta sobre su mano izquierda.