Capítulo 55: Bestia

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Sus ojos eran completamente rojos, marcas moradas se dibujan en sus mejillas, sus colmillos y garras llenas de sangre aumentan de tamaño. Sus gruñidos eran iguales a los de una bestia ¿Qué le ocurre? Fue como si su lado más salvaje tomara el control de su cuerpo.

Kagura: ¿Qué demonios le sucede a ese hanyu? Voy a tener que acabar con él yo misma —alza su abanico— ¡Danza de las cuchillas!

El híbrido esquiva el ataque, da un gran salto hasta llegar a la altura de la mujer, da un zarpazo que roza su cabello cortando algunos pelos, ella coloca una cara de espanto, estuvo a punto de acabar con su vida. Mientras el que había matado a su hermano cae al suelo esta aprovecha para elevarse aún más y quedar lejos de su alcance.

Kagura: ya no vale la pena seguir luchando —comenta para sí misma— por lo menos a Naraku le complacerá saber que Colmillo de Acero ya no existe.

Rápidamente vuela lejos de la escena, su presencia desaparece una vez que ya no se ve en el horizonte.

La amenaza ya había acabado pero el que estuvo sellado no volvía a la normalidad. La gata de fuego ruge con fuerza y se mantiene en posición de ataque contra el medio yukai. Sabe que algo no anda bien.

Siento como la azabache se suelta de mí y camina hacia él. Se mueve en su dirección sin vacilar.

Hakuryu: Kagome, vuelve aquí —intenté detenerla.

Ella me ignora y sigue avanzando. El que tenía marcas en el rostro da pasos hacia atrás alejándose de la chica.

Kagome: Inuyasha.

Inuyasha: ¡No te acerques! —gruñe— ¡Estúpida! ¡Detente!

Pero como lo esperaba, continua acercándose hasta llegar frente a él.

Miroku: ¡Señorita Kagome, es peligroso! —le advierte.

Shippo: ¡Kagome!

Corro y me pongo entremedio de ambos protegiendo a la mujer. El perro truena sus dedos mostrando esas monstruosas garras que fueron capaces de partir a Goshinki como si fuera jamón. Pareciera que a cada segundo perdía más el control ¿Siquiera nos reconoce? ¿Será capaz de atacarnos?

Hakuryu: Inuyasha, cálmate.

Inuyasha: ¡Cállate, imbécil! —se sujeta la cabeza con fuerza— ¡Tienen que alejarse de mí!

Estaba luchando consigo mismo. Definitivamente una batalla se vivía dentro suyo, peleaba contra su propia sangre para no causarnos daño.

Hakuryu: no, no lo haremos —le hago una señal a la miko— ahora.

Kagome: abajo.

El perro se estrella en el piso de cara, al levantar el rostro todo rastro de ese demoníaco ser ha desaparecido y sus típicos reclamos se hacen presentes. La sacerdotisa se petrifica en su puesto en cuanto se da cuenta de ello, no reacciona. Voy hacia él, me agacho, coloco su brazo sobre mis hombros y lo levanto.

Mi amigo estaba de vuelta.

Hakuryu: ¿Estás bien?

Inuyasha: no sé qué sucedió.

Ninguno lo sabía.

Shippo: ¡Inuyasha! ¡Tonto! —salta a su cabeza y lo abraza— ¡¿Por qué nos preocupas así?!

Inuyasha: ya deja de llorar, estoy bien, niñita.

Shippo: ¡Que no soy niñita!

Una vez que sale de su transe la bella azabache coloca el otro brazo de su amado sobre sus hombros y entre ambos lo llevamos de vuelta a la casa junto al niño. Lo acostamos para atender sus heridas nuevamente pero ya no tenía ninguna. Se había regenerado en tiempo record.

InuYasha A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora