Capítulo 27: Lejanía

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Le acariciaba su brazo, no había mucho más que hacer, ella apoyaba su cabeza en mi hombro, casi sentía el roce de su nariz en mi cuello, a estas alturas mi cara era un tomate, intentaba cubrir lo obvio con mi flequillo.

El hanyu gruñe en nuestra dirección pero se calla al notar que su antiguo amor lo observaba curiosa. A esa mujer nada se le escapa, menos eso.

El zorrito gritándole: “¡Perro infiel!” se me vino a la memoria, que cansado es esto.

Kaede: hay que regresar a la aldea —interrumpió la voz de la razón.

Fuimos por los caballos, el monje y la anciana van en ellos más adelante junto al niño en el hombro de su excelencia, mientras que el resto caminamos, excepto Kagome ya que estaba en la espalda del híbrido. El silencio era incómodo, el triángulo amoroso afectaba hasta el aire mismo o mejor dicho ¿Cuadrado amoroso?

Bueno, hora de iniciar una conversación.

Hakuryu: oye, Kikyo ¿Qué es lo que has estado haciendo este tiempo aparte del tema de las almas y las serpientes? —era un tema que me mantenía intrigado.

El mitad bestia me mira raro, como si fuera extraño hablarle a la sacerdotisa muerta.

Kikyo: he ayudado en aldeas, es mi deber de sacerdotisa —me responde de manera serena.

Hakuryu: ¿Y la gente se da cuenta que no eres humana? —curioso.

Kikyo: ¿Tú te darías cuenta si no supieras?

Esa es una excelente pregunta.

Hakuryu: probablemente no —confesé apenado.

Después de todo hasta el día de hoy a veces me cuesta distinguir entre lo mortal y lo sobrenatural.

Kikyo: —sonriendo un poco— tienes mucho que aprender.

Era un hecho que se veía más bella con esa expresión dulce en su rostro.

Hakuryu: ni siquiera sé usar mis poderes como corresponde.

Kikyo: podría enseñarte.

Hakuryu: —mirando como la cara de Inuyasha ardía en celos— no, gracias, prefiero vivir.

Ella suelta una pequeña risita al darse cuenta en quien estaba posada mi vista, nunca creí observarla haciendo eso. No me di cuenta cuando me quedé pegado viendo su rostro.

Es solo porque se parece a Kagome, traté de convencerme.

Su gemela se había quedado dormida en el lomo del orejas de perro. Con razón el que vestía de rojo no había acotado nada en la conversación, no quería despertarla.

Miroku: ¡Yo también quiero que me enseñe, señorita Kikyo! —le grita el pervertido desde el equino.

El hanyu con cuidado recoge una piedra del piso y se la lanza en silencio dando en su cabeza. El monje solo le grita de vuelta enojado.

Está protegiendo al ganado.

Shippo: no tienes remedio, Miroku —se queja el niño ladeando la cabeza.

Es así que después de mucho rato llegamos a la choza de la anciana, la mujer de barro se va al interior del bosque para llamar a sus serpientes cazadoras de almas y recuperar la totalidad de sus fuerzas. Los demás nos dedicamos a descansar antes que amanezca, ya era entrada la noche. La azabache permanecía dormida, acostarla en el futón no había alterado su sueño, el niño se acomoda entre sus brazos y la sacerdotisa de más edad se tumba junto a ella de igual manera. Yo me echo en mi saco de dormir en otra parte de la habitación junto al monje que estaba apoyado en la pared. Antes que pudiera perder la conciencia pude ver como el mitad demonio salía de la casa en dirección al bosque.

InuYasha A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora