Capítulo 40: Lealtad

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La decisión estaba en mis manos. Por un lado, tenía la vida de mi hermano y por otro la del encantador joven que había sido mi apoyo todo este tiempo. No era justo tener tal peso sobre mis hombros. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, empuñé la espada aun sin saber qué hacer, la voz de mi amigo me trajo de vuelta a la realidad.

Rukawa: ¡Sango! ¡Recuerda lo que te dije! ¡No ataques a tu hermano! ¡Estaré bien! ¡No caigas en el juego de ese monstruo!

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas mientras veía como Kohaku lo atacaba sin piedad. El joven gritaba de dolor pero se mantenía firme en su palabra, no me pedía ayuda, estaba decidido a resistir hasta las últimas consecuencias. Todo su cuerpo se llenó de llagas y la sangre corría por su ropa hasta el suelo volviendo aún más espantosa la escena.

No puedo verlo así.

Naraku: la única forma de salvarlo es que mates a Kohaku con esa espada.

Sango: pe..pero Kohaku... —me interrumpe.

Naraku: ese ya no es tu hermano, le he quitado toda humanidad. Decide, Sango ¿Dejarás morir a tu amigo por un cuerpo sin alma?

Sus palabras me hacían dudar.

Rukawa: ¡No lo escuches! ¡Te está mintiendo!

El arma hecha de huesos de yukai pasó desde su hombro derecho hacia el estómago, si el ataque hubiese sido más profundo no viviría para contarlo. Su piel se abre en una larga llaga que expulsa el vital de su cuerpo a chorros. Un corte que terminó de romper mi quebrantada alma.

Fue ahí cuando tomé la decisión, ya era suficiente.

Sango: ¡No voy a dejar que mueras!

Corro hacia mi hermano empuñando a Colmillo. Tenía que detenerlo antes de que ocurriera la tragedia que tanto temía.

Rukawa: ¡No lo hagas!

Ignoro sus súplicas y me enfrento a la única familia que tengo, el muchacho se defiende con su kusarigama creando un agudo chillido entre el metal y los huesos cuando chocaban. De cualquier forma, mis ataques no eran con la intención de causarle daño, solo quería que se mantuviera lejos de la persona que le ordenaron matar. Luego salta varios metros hacia atrás. Vuelvo a perseguirlo.

Rukawa: ¡Maldición!

Es entonces cuando la gran puerta del castillo se desploma con las Garras de Acero de Inuyasha dejando ver al grupo que traicionamos.

Mientras ellos entraban de los dedos de la reencarnación de Sesshomaru sale un látigo de color verde y destruye al yukai que lo aprisionaba, quedando libre. Nadie podía creer lo que acababa de pasar ¡¿De dónde vino eso?!

Viene corriendo hacia mí y me sujeta de la cintura deteniéndome. Estaba tan débil que sus piernas no soportan el peso de su propio cuerpo y cae de rodillas, por suerte, logro sujetarlo antes que se estrellara contra el suelo.

Rukawa: ¡Eso quiere Naraku! ¡Que mates a tu hermano para que la Perla de Shikon se oscurezca!

~Hakuryu

A lo lejos logramos ver el castillo con esa horrible e inconfundible presencia. Nos acercamos lo suficiente para que desde afuera se escucharan los gritos de mi hermano y la mujer. Algo horrible estaba sucediendo allá adentro.

Inuyasha: huelo a sangre humana.

En mi pecho siento ese horrible presentimiento que me da cada vez que algo malo ocurre.

En ese momento suena un fuerte grito de dolor del heredero de la compañía.

Sango: ¡No voy a dejar que mueras!

InuYasha A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora