14 (2a Temporada)

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Desde que tenía uso de memoria, Coral recordaba haber crecido en un orfanato hasta los cinco años, cuando una pareja la adoptó.

- Ven aquí, niña.

A pesar de que las palabras de aquella mujer sonaban tan dulces como la miel, Coral no se fiaba del todo.

"Si no salgo de aquí, no tendré futuro."

Se repetía en su cabeza, aunque ni ella sabía el significado completo de aquellas palabras que tantas veces le había repetido el anciano conserje del orfanato, quien, una vez, la acogió en aquel centro.

"Una vez que salgas de aquí, encontrarás la felicidad, y tendrás un futuro."

Entonces, se llevaron a la niña, después de unas cuantas horas de papeleo, a una casa donde olores fuertes y poco agradables contaminaban la atmósfera.
Más tarde, la niña aprendería que aquello que daban ese peculiar hedor a su nuevo hogar, eran dos cosas: el alcohol y el tabaco.
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- Oye, niña, tus ojos son muy raros.

Llamó un niño.

Ahora Coral tenía seis años, y estaba jugando sola con unas piezas de construcción que había en su clase.

- No son raros, ¿por qué dices eso?

Preguntó ella.

- ¡Profe, profe! Esta niña tiene algo en los ojos. Son tan verdes... ¡Seguro que es un monstruo!
- ¡N-no! ¡No soy ningún monstruo!

Exclamaba la niña, pero, para entonces, la clase ya la tenía tachada como "el monstruo de ojos verdes".
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Un golpe sordo sonó por toda la casa, seguido de algo que se rompió.

- ¡¿Por qué has pegado a los niños de la escuela, eh? ¿Para eso te hemos educado?!

Aquel señor acababa de pegar a su hija adoptiva, para luego romper una botella de cerveza, estrellándola contra la pared.

Y los golpes no se detuvieron allí, y, por si fuera poco, la madre adoptiva tampoco ayudaba mucho, pues, en la cocina, al lado del salón-donde se estaba produciendo la escena-, estaba ella, dándole otra calada al cigarro, sin inmutarse ante los quejidos de dolor de la menor a la que, una vez, habían adoptado.
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- Dejadme en paz... por favor.

Pidió la niña por lo bajo.
Ya tenía once años, ¿por qué no la dejaban en paz?

- A la una, a las dos... ¡A las tres!

Coral sintió un líquido bañarla de arriba hasta abajo.
De pronto, una luz cegadora la forzó a cerrar los ojos, y solo pudo oír a sus compañeros gritar y salir corriendo del aula.

Una maestra que entró en aquel aula vio a la niña, se la llevó a las duchas del colegio para limpiarla, aunque solo logró retirar aquel color de su piel. Su pelo, por otro lado, se quedó de color turquesa, por completo.

○~Sobrenatural~○Donde viven las historias. Descúbrelo ahora