No es que Nerea fuese una persona madrugadora. De hecho, con la constante preocupación de que su padre estaba malherido en el hospital y que un hombre de no muy buenas intenciones andaba suelto por la ciudad, no había podido conciliar el sueño.
- Vaya...
Murmuró seca, procediendo a tomar un trago de su taza de ColaCao caliente.
- El primer autobús no sale hasta las nueve y media.
Se quejó por lo bajo, acabando su ligero desayuno, y fue a prepararse para salir a la calle, sobre la cual empezaban a caer pequeños y efímeros copos de nieve que lograron sacar una ligera sonrisa a la pelinegra.
- Esta debe de ser una de las razones por las que me gusta tanto el invierno.
Pensó en voz alta.
.
.
.Por suerte, el autobús urbano llegó a la parada más cercana a su casa cinco minutos antes de lo previsto, y, además, el periodo de visitas del hospital llevaba estando abierto desde antes de que ella, siquiera, hubiese empezado a desayunar.
Cuando llegó a la parada del hospital, salió del autobús urbano y apresuró sus pasos hacia el vestíbulo del hospital.
- Disculpe, ¿en qué habitación se encuentra el señor Díaz?
Preguntó en la recepción, oyendo un constante ruido de teclas de un ordenador, siendo golpeteadas fuerte y velozmente por unas uñas acrílizas que pusieron a Nerea de los nervios, aunque trataba de mantenerse tranquila.
- Segundo piso, la habitación 231.
Indicó, sin mirarla, la recepcionista, quien parecía estar más ocupada rellenando algo en su ordenador, antes de hablar por un telefonillo.
- El paciente de la habitación 500 necesita un cambio de bolsa de suero.
Dijo, y Nerea se fue a ver a su padre, haciendo su mayor esfuerzo para no mirar, sin querer, en alguna otra sala, donde, probablemente, ya habrían empezado a realizar analíticas de su más temido enemigo: sangre.
Una vez llegó, se llevó una sorpresa: había un visitante más.
- Qué simpático eres, hijo, qué bueno que mi niña tenga a alguien como tú a su lado.
Oyó la voz de su padre. ¿Con quién narices estaría hablando?
Cuando Nerea se asomó por la puerta de aquella habitación, se encontró con una escena que no se esperaba: Noah hablando con su padre, como si estuvieran en un bar, hablando de sus vidas, y con una pinta en la mano... Bueno, solo, que sin estar en un bar... mucho menos con cerveza.
- Buenos días, papá. Veo que estás mucho mejor.
Saludó la pelinegra, yendo a darle un beso a la frente de su padre, en forma de saludo.
- Hola, cariño. ¿Por qué no le das un beso al buen Noah, aquí?
Animó el mayor, refiriéndose a Noah, quien sonreía hacia Nerea de forma retadora.
- Eso, Nere~.
Canturreó, con fingida inocencia, y, tras rodar los ojos, Nerea accedió y le dio un rápido beso en la mejilla al pelinegro, procediendo a dirigirse a su padre.
ESTÁS LEYENDO
○~Sobrenatural~○
De Todo¿Qué harías si vivieras con un poder que te diferencia del resto de la sociedad? ¿Y si ni siquiera tu instituto tiene una historia normal, sino que guarda una variedad incontable de secretos oscuros, que, hasta ahora, nadie se ha preocupado por des...