16 (3ª Temporada)

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No es que Nerea fuese una persona madrugadora. De hecho, con la constante preocupación de que su padre estaba malherido en el hospital y que un hombre de no muy buenas intenciones andaba suelto por la ciudad, no había podido conciliar el sueño.

- Vaya...

Murmuró seca, procediendo a tomar un trago de su taza de ColaCao caliente.

- El primer autobús no sale hasta las nueve y media.

Se quejó por lo bajo, acabando su ligero desayuno, y fue a prepararse para salir a la calle, sobre la cual empezaban a caer pequeños y efímeros copos de nieve que lograron sacar una ligera sonrisa a la pelinegra.

- Esta debe de ser una de las razones por las que me gusta tanto el invierno.

Pensó en voz alta.
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Por suerte, el autobús urbano llegó a la parada más cercana a su casa cinco minutos antes de lo previsto, y, además, el periodo de visitas del hospital llevaba estando abierto desde antes de que ella, siquiera, hubiese empezado a desayunar.

Cuando llegó a la parada del hospital, salió del autobús urbano y apresuró sus pasos hacia el vestíbulo del hospital.

- Disculpe, ¿en qué habitación se encuentra el señor Díaz?

Preguntó en la recepción, oyendo un constante ruido de teclas de un ordenador, siendo golpeteadas fuerte y velozmente por unas uñas acrílizas que pusieron a Nerea de los nervios, aunque trataba de mantenerse tranquila.

- Segundo piso, la habitación 231.

Indicó, sin mirarla, la recepcionista, quien parecía estar más ocupada rellenando algo en su ordenador, antes de hablar por un telefonillo.

- El paciente de la habitación 500 necesita un cambio de bolsa de suero.

Dijo, y Nerea se fue a ver a su padre, haciendo su mayor esfuerzo para no mirar, sin querer, en alguna otra sala, donde, probablemente, ya habrían empezado a realizar analíticas de su más temido enemigo: sangre.

Una vez llegó, se llevó una sorpresa: había un visitante más.

- Qué simpático eres, hijo, qué bueno que mi niña tenga a alguien como tú a su lado.

Oyó la voz de su padre. ¿Con quién narices estaría hablando?

Cuando Nerea se asomó por la puerta de aquella habitación, se encontró con una escena que no se esperaba: Noah hablando con su padre, como si estuvieran en un bar, hablando de sus vidas, y con una pinta en la mano... Bueno, solo, que sin estar en un bar... mucho menos con cerveza.

- Buenos días, papá. Veo que estás mucho mejor.

Saludó la pelinegra, yendo a darle un beso a la frente de su padre, en forma de saludo.

- Hola, cariño. ¿Por qué no le das un beso al buen Noah, aquí?

Animó el mayor, refiriéndose a Noah, quien sonreía hacia Nerea de forma retadora.

- Eso, Nere~.

Canturreó, con fingida inocencia, y, tras rodar los ojos, Nerea accedió y le dio un rápido beso en la mejilla al pelinegro, procediendo a dirigirse a su padre.

○~Sobrenatural~○Donde viven las historias. Descúbrelo ahora