8 (4ª Temporada)

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Y, Daniela, Coral, Kurai y Abel estaban en aquel bosque del otro mundo, descansando un poco, en una zona segura, según los sensores y una rápida revisión realizada por Abel y Daniela para confirmar la seguridad del lugar.

- ¡Ay!

Se quejó en voz baja la rubia, que se había hecho un rasguño con la corteza de una rama de un árbol en su mejilla.
Todos se habían dormido, o, al menos, Coral, Kurai y Abel parecían haberse dormido (los dos primeros, cayeron dormidos nada más se tumbaron sobre la hierba; el tercero, estaba reposando sobre una rama de un árbol).

"Tonta, mira por dónde vas."

Se regañó a sí misma, cuando, de pronto, oyó algo deslizarse rápidamente hacia ella, y la cara del revés de Abel apareció frente a ella, como si fuese un murciélago. En una ocasión normal, habría pegado un grito que hubiese espantado hasta a los árboles del bosque, pero, como su lado racional le recordó que Coral y Kurai seguían dormidos, tan sólo, siseó.

- Te has hecho daño.

Habló Abel, bajando de un salto al suelo, quedando en frente de la rubia.

- No es para tanto.

Suspiró Daniela, con una mano sobre el rasguño.

- Cicatrizará pronto.

Añadió, pero Abel no parecía muy convencido.

- Los humanos sois criaturas muy débiles.
- Sí, pero no tenemos la necesidad de una piel más resistente, ya que no hay necesidad de pelear por nuestras vidas... en condiciones normales, claro.

Abel se quedó en silencio, escuchando lo que la soñadora estaba contándole.

- ... Espero que los demás estén bien.

Suspiró la rubia, rehaciéndose su coleta, que se había hecho para que sus áureas hebras no le estorbasen durante un posible enfrentamiento.

- Lo estarán.

Aseguró el rubio.

- Deberías dormir. Los humanos podéis morir si no dormís lo suficiente.
- Está bien...

Suspiró la rubia, tumbándose sobre la hierba, tomando una postura fetal para poder dormir mejor.

- Buenas noches, Abel.
- Buenas noches.

Y, con eso, la chica soñadora cerró sus ojos.
Abel, por su parte, se quedó despierto, viendo los cabellos de la rubia brillar con algo más de intensidad cuando ésta ya se había dormido, incluso se había abrazado a sí misma. Al parecer, aquel gesto parecía ser un reflejo, ya que Daniela solía dormir abrazada a un cojín, o una almoaha, o a lo que fuera que tuviera cerca en ese momento. Aquel gesto, a Abel, le parecía extraño, le producía una sensación ligera pero no desagradable, o, en otras palabras, le producía ternura, aunque él jamás diría que se trataba de ese sentimiento, estaba demasiado verde en cuanto a emociones humanas se trataba.
Como fuese, el caso es que, al ver a su "discípula" abrazándose a sí misma, no supo por qué exactamente, pero le acabó colocando su capa. Igual pensaba que tenía frío, igual pensaba que su capa sería una opción más segura para abrazar, o, al menos, más segura que abrazar un arma que se activaba con su poder... en fin.
Se acabó apoyando en el tronco del árbol sobre el que estaba antes, vigilando que todo siguiera en orden, y miró hacia la gigante luna roja, bajo la que se había criado en ese mundo tan peligroso y hostil.

○~Sobrenatural~○Donde viven las historias. Descúbrelo ahora