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𝐄𝐦𝐦𝐚 era una chica con una vida relativamente normal, si ser la encargada de cuidar la gema del espacio junto a su guardián Hunter podría llamarse así.
Los problemas de ser una guardiana y todo los secretos que s...
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Cuando el chico atravesó el espejo no pude hacer más que quedarme pasmada viendo el espejo.
El chico visiblemente harto de mi actitud asomó su cabeza por el espejo.
—No se que te asombra, haces cosas mejores, ahora entra—y volvió a desaparecer dentro del espejo.
Decidí caminar hasta el espejo y quede frente a el, mire mi reflejo unos segundos y lo cruce, al salir del otro lado solo vi paredes de piedra, el chico estaba parado en una esperándome.
—Llegamos—aviso.
—¿Tan rápido?—pregunte sorprendida, hace poco estábamos como a 30 minutos de caminata del castillo.
—Sip, el espejo es un teletransportador directo al castillo, es para emergencias, solo la gente importante como yo lo conoce—explicó con superioridad y orgullo.
—Ah...ya—respondí al chico engreído.
—Démonos prisa, no tenemos tiempo—continúo caminando por el pasillo mientras yo lo seguía sin perder ningún detalle del castillo.
Pasamos por grandes y altas puertas hasta que llegamos a una con adornos de color dorado, él se posicionó frente a ella y tocó.
La puerta se abrió enseguida y un hombre canoso y de ojos azules apareció, el hombre de mi visión, mi abuelo.
—¡Emma!—exclamó con alegría, y sin importarle que yo no lo conocía me abrazo, no me moví porque no quería ser grosera y podía entender su reacción.
De la puerta se asomó una mujer, igual de canosa con ojos café claros, sus ojos estaban cristalizados y no tardó en correr y unirse al abrazo. A pesar de no conocerlos no pude evitar sentirme conmovida.
Los dos se separaron y la mujer limpió las lágrimas en sus ojos.
—Lo siento, no pudimos contenernos—habló la mujer con pena.
—No hay problema, lo entiendo—dije tratando de alivianar el ambiente.
—Imagino que quieres respuestas—habló ahora el señor.
—Más lento Meliodas—lo regaño la mujer que desconocía su nombre.
—La chica tiene que ayudar a sus amigos Irina—contestó justificándose Meliodas.
