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Para la mañana del sábado, Steve estaba echándose para atrás con lo de ir a la fiesta.

Seguramente Peggy se enojaría por el cambio, pero no era como si hubieran asegurado la salida. Por eso, se levantó temprano, desayuno con sus padres y se unió a su madre para la limpieza del garaje. Sin propósito había comentado sobre la fiesta que le habían invitado pero que había decidido no ir. Su madre lo miró, entre tranquila y extrañada, preguntó el motivó.

Steve abrió la boca para responder: «porque estará lleno de populares pomposos e idiotas» pero no salió ni una sola palabra. Steve había empezado a creer, en contra de su buen juicio, que los populares quizá no eran tan malos. Almenos quizá no lo era Barnes. El chico tenía un buen gusto por películas, música, era amable, sonreía y... Quizá Barnes escondía una doble vida, como la premisa de alguna tonta película que había visto por televisión en que el personaje tiene un secreto que guarda celosamente para mantener su popularidad. Y Steve sería su secreto. Luego recordaba que Barnes le saludaba incluso con sus amigos cerca, y descartaba esa idea.

Pero como una molesta espina en el pie, tenía la duda sobre si Barnes realmente era una buena persona cuando formaba parte del aquel grupo estirado.

—Hay un chico —y si Steve tenía la duda ¿Que mejor forma de sacar la espina con la ayuda de su madre? Así que le contó, pero como no quería ir por las ramas, intento ser directo. Le contó sobre un grupo de chicos y chicas que eran el centro de atención de toda la escuela; como uno de ellos, quizá el que más sobresalia, después de un par de veces que se vieron en el cine había empezado a hablarle, incluso a invitarle a esa fiesta.

—No creo que deba confiar en él —Steve soltó, y se sintió un poco mentiroso.

—Estas teniendo prejuicios con ese chico.

La frase llegó como un baldazo o más bien como un golpe, la sorpresa  le hizo olvidar la repisa empolvada sobre su cabeza. Le dolió tanto que mordió su lengua para que no le salga una palabrota. Las palabrotas en su casa eran el peor de los crímenes.

—No... —Steve se froto la cabeza, quejándose por ambas cosas—  no estoy haciendo eso.

—Cariño, estás opinando de ese chico solo por qué, porque pertenece a un grupo distinto al tuyo —su madre estaba envolviendo unos adornos de animales hechos de porcelana— quizá seamos de distintas épocas, pero también había populares en mi escuela. 

Y Steve estaba sorprendido y adolorido.

—Ve por hielo, ese golpe te dejará un Chinchón.

—Estoy bien, pero si había populares en tu escuela sabes cómo son.

—No. No lo sé —su madre se encogió de hombros, con la mirada en su tarea se veía muy joven— por eso no puedo juzgarlos, pero tú tampoco. A menos que te bases en algo ¿Te basas en algo?

—Pues —Steve se trabó con su lengua— ellos tratan a los demás como si no existieran, y se burlan de otros, jamás ayudan y se creen los dueños de la escuela.

— Se burlan así como ¿Bullyng?

—No —y la respuesta fue automático, los bully eran otros, con otros nombres y rostros, eran los que todos conocían pero que nadie quería.

A los populares todos los querían.

—¿Sabes si se drogan o pertenecen a pandillas?

—No.

—¿Si matan pajarillos?

—Mamá—Steve arrugó la frente, tenía entre sus manos una caja llena de adornos navideños.

—¿Al menos has hablado con ellos?

—No. Bueno, ahora con el chico que te conté.

—¿Y entonces?

Steve no quería decirlo. Pero su madre lo estaba mirando como si ya hubiera leído la respuesta en su expresión.

—¿Es por eso que no tienes amigos en esa escuela?

—Tengo amigos —se apresuró a responder, apartado un mechon de su cabello rubio— Peggy y, bueno, me habló con Sam.

—Peggy está en otra escuela, hijo, a Sam lo invitaste solo una vez y por tu tarea —su madre cerró la caja donde había guardado los objetos de porcelana— ya no estás en la primaria cuando apenas asistias a la escuela por los permisos de salud; y solo tenías a Peggy, ahora puedes darte la oportunidad de conocer más gente. Que te conozcan a ti.

—Pero...

—Pero no, tu dices que ese niño puede ser malo cuando apenas has cruzado palabras con él. Hay cosas que necesitan tiempo, no basta con solo mirar —su madre estaba sonriendo, afable pero también como si dijera que tenía razón, de hecho la tenía— A veces, una bonita portada puede tener un bonito contenido.

Steve tenía los mismos ojos y cabello de su madre, pero estaba seguro de que la belleza y sabiduría no había sacado nada.

Más tarde en su habitación, después del almuerzo, Steve estaba pensado en la última frase de su madre y en Barnes, aunque tampoco quería pensar mucho en eso.  Es decir, había escuchado siempre, casi siempre, por chicos y chicas del instituto lo bueno que estaba Barnes, y apelativos que prefería no repetir, pero él había pensado que eran todos  superficiales.

Sin embargo, Barnes...

Barnes se había acercado a él la semana pasada cuando se volvieron a cruzar en aquel cine bajo el viejo edificio. Le había propuesto comprar entre los dos un balde de pop corn  y compartir. Y se habían sentado juntos, bueno casi juntos, con una butaca entre ellos para el balde de palomitas de maíz.

Y se habían reído mucho con la proyección de 'Napoleon Dynamite'

—No entiendo porque nunca me sale la canchita como lo venden en los cines —Barnes había dicho cuando salieron y caminaban hacia la estación del bus.

—Tambien me preguntó si es por la máquina o por la mantequilla —Steve sonreía por como se veía su compañero con el balde vacío en sus manos.

—Y  aprovechan eso para venderlo caro.

Steve por eso solía llevar a veces su propio aperitivo. Y Barnes le contó que también. Pero compartir el gasto había sido una ganga.

—Pense que me dirías que eras alguien que no comía en el cine — Había declarado Barnes, cuando llegaron a la estación, haciendo girar el balde en sus manos.

—¿Cómo? Claro que soy alguien que come en el cine. Son dos horas y a veces más.

—Eso digo, no sé como hay gente que no lleva ni un chocolate —Barnes se había mostrado exageradamente indignado.

—Y nos critican por hacerlo, cuando siempre da hambre.

—Y estamos en crecimiento.

Steve había reído. Era demasiado fácil hablar con ese chico. Y divertido, tenía que reconocer.

A veces también, un bonito póster traía una bonita película.

Entonces Steve busco en su celular el mensaje que había ignorado desde que lo recibió.

"Hola, Rogers. Este es la dirección calle ## edificio ## número 5, nos vemos en la fiesta, no es necesario que traigas regalo, a Jim no le gustan esas cosas (ni las sorpresas)  ಠ◡ಠ "

Steve suspiro, recorrió su habitación como un león enjaulado y al fin se digno a detenerse, salir , bajar hacía la sala y buscar a su madre para pedirle permiso.

Ella le dijo que como Cenicienta debía volver a las doce.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora