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—Tienes mala cara ¿Que paso, alguien te boto?

Bucky casi se atragantó con cereal que comía, su hermana mayor Rebecca, o Becca como su familia le decía, era algo tosca en decir las cosas.

—Así que alguien te boto.

—Nadie me boto —Bucky dejo caer su cuchara en el plato, este chillo, de inmediato miro hacia la puerta, esperando que su madre no apareciera llamándole la atención por maltratar la vajilla.

—Hermanito, solo sácalo, te hará bien —Becca hizo un ademán con una mano, la otra sujetaba una taza de humeante café negro, cuyo aroma se extendía por toda la cocina donde ambos desayunaban —aparte del acné, te he notado extraño, como si… te hubieran botado.

—Y según tú ¿cómo se supone que se ve una persona a quien acaban de botar? —inquirió Bucky, achinando los ojos y torciendo los labios.

—Algunos con Tristeza otros como Michael Myers—explico como si fuera una ciencia— Tú como si escarbaras dentro de tu propia cabeza buscando el cosmos.

Becca era seis años mayor que Bucky, lista y atenta, estudiaba en una escuela de maquillaje profesional, donde se preparaba para ser una maquillista de cine y televisión. Él siempre le había admirado, incluso cuando desde los cinco años, lo había usado de modelo. Monstruos, vampiros, famosos, había un álbum de fotos con todas las trasformaciones. En parte era genial, pues por ahí comenzó su interés por el cine; por otra parte, era desesperante, pues las largas horas maquillándolo había hecho que su hermana reconozca cada uno de sus expresiones. 

—¿Es otra vez Natasha? —insistió ella.

—No, ósea —Bucky suspiró exasperado, su hermana lo miraba preparada para psicoanalizarlo.

—No le des tantas vueltas, mira que se te hace tarde para la escuela.

—Es solo alguien —soltó impaciente— que pensé que podríamos ser amigos, pero creo que al final ni le agrado.

Bucky no era tonto, era evidente que Rogers lo había estado evitado como si tuviera lepra. Entonces, se había estado subiendo a las paredes buscando el porqué; para rematar la situación, el día anterior Rogers lo había mirado como si fuera el maldito Jeison de Viernes trece, bueno quizá exageraba, pero no había sido una mirada que denotara alegría.

—Y tu querías agradarle —corroboro su hermana, dando un sorbo a su café.

—Pues si… quiero decir —dudó, levantó su cuchara solo para tener algo en la mano— no lo sé —y no lo sabía, sabía que le gustaba su compañero, sabía que quería conocerlo mejor, pero no sabía con certeza si quería ser correspondido. Esas cosas quizá solo se suponían, o se decidían, muy complicado.

—Bueno, no lo repetiré, pero eres un chico bueno, Bucky, un rayito de sol —eso último lo dijo fingiendo aburrimiento, lo que hizo le sonreír— pero no vas a agradarle a todo el mundo incluso si usarás maquillaje todos los días.

—Ya quisieras —Bucky mencionó con desconfianza. Su nombre y maquillaje en una sola frase equivalía a modelar para sus prácticas.

—Lo que digo –ella se encogió de hombros— hagas lo que hagas nunca vas agradarle a todo el mundo, así que ¿para qué el estrés? Siendo tú le agradas a muchos, y si alguno le caes como una patada, es asunto suyo, no tuyo.

Bucky suspiro, miro el contenido del plato de cereales que empezaban a deshacerse. Su hermana tenía razón, y él mismo había querido ser como es frente a Rogers, pues la relación que habían tenido hasta ese momento había sido muy trasparente, a menos que… Rogers se hubiera dado cuenta que le gustaba ¿y por eso la “ley de hielo”? o quizá el chico tenía algo en contra de los que no eran heteros, o quizá simplemente en el fondo lo detestaba a él. Sea cual sea la razón, quizá nunca lo sabría, pero sin duda, el problema no era suyo.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora