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A Bucky nunca le había gustado tanto el arte como en ese momento. Había apreciado la buena fotografía, la música y el cine, pero las pinturas no habían llamado su atención; sin embargo, cuando Rogers le expuso cada uno de los cuadros del padre de Jacques, su atención había estado al cien.

Y al cien en Rogers.

—Creo que este es original —enseñó Rogers, mirando el cuadro con una mano en el mentón.

—Muchos colores.

—Sí, es la primera vez que lo veo ¿sabes que pienso?

—Soy todo oídos.

Rogers sonrió, y Bucky noto el ligero sonrojo bajo los inmensos lentes de pasta. Le pareció tierno y lindo. Rogers era muy lindo así, hablándole de técnicas, colores y belleza.

Belleza.

¿Cómo no se había dado cuenta?

Tal como siempre había ignorado las pinturas en las paredes de aquel departamento, había ignorado a Rogers en la escuela, pues nunca, pero nunca, se había detenido a apreciarlos.

Los cuadros eran bellísimos, y Rogers también. 

Y así como presenciar una lluvia de meteoritos, Bucky en ese momento contempló la pasión de Rogers: en el brillo en sus ojos azules, en su voz, en sus palabras asertivas y coherentes. Entonces pensó que, si había arte en esa habitación, Steve era ese arte.

Y le encantaba, realmente le encantaba.

Bucky se dio cuenta que no le asustaba esa idea, ni un poco, en su lugar sintió como si de pronto algo se estuviera alineando dentro de él, como si su pecho se hinchara al conocer una verdad que apenas se asomaba y prometía conocer un mundo, un universo, una historia, una película maravillosa.

—¿Quieres una gaseosa? —invitó sonriente, alzando ambas cejas, mientras regresaban los cuadros a la despensa. Roger levantó la mirada, sus ojos aun brillaban, y Bucky estaba pensado en quitarle los lentes para poder verlos al detalle. 

—Gracias, no es una queja, pero … —y señalo su vaso aun lleno sobre el aparador.

—¡Lo sé! —admitió Bucky riendo. Sacó del refrigerador dos latas de gaseosa, y le dió uno al otro adolecente— y ya bebí dos vasos y no siento nada, aunque al último Gabe le echo algo que prometió emborrachar.

—¿Te has emborrachado antes?

—No, a menos que cuente el jarabe para tos.

—Sé de qué hablas.

—Así que te has emborrachado, me sorprendes Rogers —Bucky sonrió con malicia.

—No he dicho eso —Rogers se escuchó indignado, pero estaba sonriendo. Una linda sonrisa.

—Ven —abrió el ventanal y un ligero viento frio calo sus mejillas— mira esta vista.

Bucky observó a Rogers dudar, de pronto él también estaba dudando. Era como si hubiera olvidado algo, algo, algo… ¡Verdad! Rogers no había venido solo, la mejor amiga estaba por ahí. Entonces, antes que dijera algo para retroceder la escena y no verse como un idiota, Rogers estaba cruzando el ventanal.

—¡Wuo! —su compañero apoyó ambos manos sobre el barandal de concreto, él apoyó un brazo—. Esto sería un buen cuadro.

—¿Tú crees? Lo veo muy común —opinó, pues solo era edificios y luces.

—Quizá —Rogers sonrió como si supiera quien es el asesino en una película de misterio— pero si cambias los colores, y resaltas algunas partes, tendrás algo nuevo.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora