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Se dice que a veces, solo a veces, uno no puede ver algunas cosas sobre si mismo hasta que alguien más lo nota. Como cuando usas la camisa al revés, te sientas sobre chicle o caminas arrastrando un pedazo de papel higiénico. El punto es que hay detalles que escapan de la perspectiva de uno y mas si se está distraído.

Steve  se consideraba una persona observadora y por eso estaba seguro, más que seguro,  que los amigos de Barnes estaban empezado a fijarse en su existencia. Y todo desde que Barnes había empezado a conversar con él. Al comienzo, Barnes solo le saludaba y no paso nada, pero luego, como el cambio de escena a escena en las películas ¡Barnes se había detenido a conversar con él! En los pasillos, en el receso, hasta entre clases. Y apesar que las conversaciones eran apenas de un par de minutos sobre películas y música que seguramente muchos ahí no habían escuchado hablar, Steve sabia que algo había cambiado en la rutina, en la escuela. Algo como...

—Barnes pasa mucho tiempo con ese chico ¿como se llama? el que hizo el mural.

—¿El pequeño rubio de lentes enormes?

—Sí, ese, bueno los he visto conversar.

—¿En serio? pues yo no. Nada que ver.

Y eso había sido algo que Steve había escuchado en los corredores. No es como si él quisiera escuchar conversaciones ajenas pero a veces era tan invisible, pero tan invisible que la gente hablaba de él, estando cerca de él.

Entonces, Steve concluyó que si la gente que ni eran amigos a Barnes ya tenía de que hablar, los que eran cercanos a su compañero sin duda ya le tenían entre su cotilleo. Esperó que no, un pizca de esperanza que ellos pasarían de él como siempre.

Hasta que sintió los ojos de ellos sobre él.

Steve conocía los amigos cercanos de Barnes: Jones Gabriel, un sonriente afroamericano, Dernier Jacques, un francés de intercambio que siempre andaba pavoneandose por toda la escuela y Jim Morita, Steve suponía que era descendiente asiático, parecía algo  gruñón. A ellos también los conocía sin conocerlos. Pero sin duda quien más destacaba del círculo de Barnes era Natasha Romanov, la chica más guapa y popular de la escuela, que si preguntaban por ella había respuestas como “Romanov claro, una vez me dio una paliza por... ya sabes, osea no es que quería tocarle, fue de casualidad, igual me dio una paliza” o “Romanov, si... sexy, muy pero muy sexy” o “esa chica esta buenísima, me da ganas de... pero no se lo digas” y como en toda escuela con chicas populares, Natasha tenía su propio séquito. Estaba ahí con ella: Ororo, una morena guapa que la gente decía que era una especie de princesa, Carol  o algo así, igual de guapa, que siempre parecía fulminar con la mirada a quien se cruzaba con ella  y Clint Barton, Steve solo sabía que siempre estaba sonriendo. Entonces, cuando ese grupo se unía al grupo de Bucky, formaban el grupo casi honorable de la escuela, brillante, tan brillante que cegaba a los que pasaban cerca. Steve los había odiado a todos hasta que conoció a Barnes y comenzó a dudar. Incluso podía decir que Barnes era un buen chico, pero sus amigos empezaron a mirarlo como halcones. En especial la peliroja y el francés.

Y sinceramente, Steve empezó a sentirse intimidado.

No obstante, Barnes ni cuenta.

—¿Que te traes con Rogers?

Bucky alzó la cabeza y su cabeza golpeó contra el libro que Jacques tenía en sus manos. Un libro gordo y de pasta gruesa.
Gabe, que estaba en el suelo haciendo el gráfico correspondiente al trabajo de los tres, empezó a reír.  Y Bucky le lanzó un borrador desde su escritorio, dónde el hacia los apuntes. Los tres estaban en un proyecto de la sociedad en el siglo XIX.

— Jacq, haces esas cosas apropocito —se quejo Bucky frotándose la coronilla de la cabeza.

Jacques se burló, aún con el libro en las manos.

—Entonces, Rogers...

Bucky suspiro y continuo escribiendo.

—Tenemos el mismo gusto por el cine.

—¡¿No me digas?!—Jacques tenía un marcado acento francés— él también va a ese cine porno.
Gabe reía desde donde estaba. Y Bucky no podía evitar reírse también.

—Si fuera a dar porno ahí, ya te veo en sus salas —Bucky sonrío levantando una ceja.

—Nop —Jacques también sonrió desafiante— ya te dije, no se necesita porno cuando hay películas eróticas francesas, películas con más sentido que las americanas— e hizo una ademan con una mano como si dijera lo obvio, sin embargo, de pronto, Jacques percibió algo que se dibujaba en su mente, algo que no podía ver nitidamente, y eso comenzó a fastidiarlo un poco — ¿así que se volvieron amigos?

—No lo sé —Bucky se encogió de hombros, con la vista en lo que estaba escribiendo— solo compartimos gusto por las mismas películas. Creo que además le gusta la historia y cosas así.

—Aja.

—Es un buen tipo, es fácil hablar con él.

—¿Han hablado de algo mas que no sea sus... películas?

Bucky se detuvo un momento para releer el último párrafo que acababa de escribir.

—Musica.

—¿Que más?

—¿Es un interrogatorio? —Bucky giró su silla, con una ceja fruncida miró a su mejor amigo. Jacques sonreía y Gabe en la alfombra había levantado la cabeza.

—Nada, amigo —el francés movió sus brazos a cada lado en el aire —es solo que, bueno, si es un buen tipo deberías invitarlo...

Y entonces Bucky lo descubrió, porque no era tan distraído como le decían. Y río. Y mucho, a carcajadas, negando con la cabeza. 

—Crees que él y yo... hay díos, Jacq, dejate de tonterías.

Pero Jacques lo esta mirando confundido, y también Gabe. Y luego Bucky estaba confundido. Y como descubres que cuando te dicen dieciséis en realidad te están diciendo que son las cuatro de la tarde, Bucky empezó a creer que había leído mal y ahora sus amigos eran los que habían leído bien. Y sonreían, los muy malditos, mirándose uno al otro.

—Joder.

—Vaya, Bucky —Jacques dió golpecitos en el hombro — nunca nos lo dijiste, joder, amigo. Sabes que me importa un carajo eso.

Joder, joder, joder pensó Bucky cubriéndose el rostro con una mano.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora