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La película de Spider-man multi-universo resulto mucho mejor que la que habían pensado, y Bucky había dicho que a veces lo barato salia mejor.

—Dirás “lo gratis” —había respondido Steve, mirándolo de reojo.

—Si lo piensas bien, es como un regalo por ser buenos clientes.

—Barnes, si no fuera porque probablemente sus trabajadores son unos flojos, estaríamos ahora vetados.

—Quizá, y quizá dijiste que me llamarías Buck.

Steve no pudo reprimir una risa.

—Es difícil adaptarse a lo nuevo.

Eran las seis de la tarde, fin de semana y no había preocupación sobre montañas de tareas, por lo que, como Bucky menciono, invito a Steve un helado. Pasearon un poco, aunque sin mucho interés por las galerías, pero se detuvieron en una librería. Steve podía jurar que había estrellas en los ojos de Bucky cuando entraron al lugar.

—Son bellos, pero caros, es un dilema ¿sabes? siento un amor-odio por las librerías —Bucky reprocho, observando los libros en el área de fantasía.

—Incluso algunos son más caros, solo por ¿tener otra portada? —comparo Steve, observando con desconcierto como dos libros de un mismo título, tenían una diferencia ridícula en precio solo por el diseño de sus portadas.

—Bueno, hay gente que colecciona piedras de colores, otros: libros.

—¿Y tú? —Steve quiso saber— ¿coleccionas algo?

—No, bueno, tengo libros, pero no son como una colección ¿Tú?

—No, aunque cuando era niño me gustaba juntar poster o recortes sobre alguna película que encontraba en los periódicos.

—¿En serio? —y Steve le confirmó con un asentimiento de cabeza, algo que lo lleno de interés— siempre has sido un… ¿Cómo se dice? ¿cineasta? ¿cinofilo?

—Cinéfilo —corrigió Steve con una sonrisa— pero no, no tanto así; no tenía mucho que hacer en casa cuando estaba solo.

De pronto Bucky dejo de prestar atención al libro que tenía en la mano.

—Siempre has sido muy solitario ¿no? —aunque aquella pregunta había sido indiscreta, Bucky espero la respuesta. En lo que había observado, Steve no parecía tener muchos amigos, solo Sam y Carter, aunque con el primero no se veía muy cercano.

—Algo —Steve bajó la mirada hacia el estante de libros frente suyo, aunque no parecía interesado en ninguno— en la primaria no era un chico muy sano, me enfermaba continuamente, así que me quedaba casi siempre en casa.

—Vaya, el sueño de todo niño.

Steve lo miro, y Bucky pensó que había dicho la idiotez más grande de la historia. Sin embargo, el otro adolecente soltó una carcajada, riendo con ganas hasta atraer las vivaces mariposas en el estómago Bucky.  Joder, si tenía que actuar como idiota para escuchar aquella risa, lo haría sin chistar.

—Eres increíble, Buck —expresó Steve aun riendo— cuando cuento esto, me suelen mirar con pena.

—¿Pena? ¿Por qué? No tenías que ver la cara de impaciencia de algunos profesores, ni salir a frente a la clase justo cuando te cambiaba la voz, y mejor aún, no tenías que discutir con los demás niños porque fallaste un penal en el partido del recreo.

—¿Fallaste penales?

—No muchos, pero a veces Jaques me lanzaba la ley de hielo, es algo competitivo.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora