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En el transcurso de la semana, Steve deseo como nunca ser más pequeño de lo que era, si es que se podía. Escondiéndose como un criminal de la DEA, evito a Barnes como un campeón. Usaba columnas, tachos de basura y puertas para ocultarse cuando lo veía pasar, en el peor de los casos fingía hablar con alguien al azar como si de pronto fuera la persona más sociable del planeta. No fue fácil cuando Barnes y él tenían las mismas clases, ahí usaba la táctica: no dirigir la mirada a nada que no sea su cuaderno o libro y se sentarse al fondo de la clase, aun cuando apenas podía ver. Para el jueves estaba exhausto, pensado que todo aquello era ridículo ¿Qué importaba si Barnes ahora le odiaba? Quizá no odiar como tal, pero seguramente, como antes, apenas se daría cuenta de su existencia. Concluyo que estaba haciendo un desgaste en vano al evitarlo. Así que ese día Steve camino por los pasillos con la vista al frente, entro a su aula, se ubicó en un asiento cerca a la pizarra y logró concentrarse en el tema literatura inglesa.

Hasta que al terminar la clase, cuando salía del aula, casi se da de bruces con otra persona.

—¡Fais attention! —Dernier le sonrió apenas lo reconoció— Rogers —y esa sonrisa le recordaba a un zorro.

—Hola —Steve miro instintivamente a lado izquierdo de su compañero, donde parecía buscar en el aire algo con la mano, al encontrarlo lo atrajo de un tirón.

—¡¿Qué carajo, Jacques?! —Barnes apareció, bufando como un gato arisco al francés.

—Es solo que a veces eres l-e-n-t-o para caminar.

—Idiota, aún no termina de salir los de este turno -se quejó Barnes- estaba conversando con Peter.

Steve sabía que debía darse vuelta, pero sus pies se plantaron como raíces de eucalipto. Entonces, cuando logro ordenar a su cerebro que moviera un dedo al estilo Kill Bill, los ojos de Barnes se cruzaron con él. Todo se fue al carajo, no se movió y espero a lo inevitable: La mirada. Barnes lo miraría como una pieza sobrante, rodaría los ojos y se alejaría. Y eso sería todo.

Sin embargo, como las cosas que puede llegar a sorprender a alguien con poca fe, Steve se quedó en shock cuando Barnes le sonrió.

-Rogers - afable, acompañó el saludo con un movimiento de cabeza.

Lo demás fue como piloto automático, Dernier riendo, Barnes empujando a este hacia el aula, y Steve alejándose. Apenas entendió lo que escribió en la clase de literatura.

Al salir del instituto, caminó y caminó; chocó contra uno o dos alumnos, no se disculpó, siguió caminado hasta que se detuvo en seco; miró sus zapatillas desgastadas, arrugo la frente, se quitó los lentes, se froto el puente de la nariz y luego más arriba, en el nacimiento de su cabello, donde tenía una pequeña cicatriz.

Tenía ocho años cuando había ido con sus padres a la playa, su curiosidad le había llevado a buscar corales entre las rocas dónde las olas golpeaban, supo que se había arriesgado en alejarse demasiado cuando resbaló hacia el agua salada. Steve nunca supo quién lo salvo, ni mucho menos se había dado cuenta que su frente sangraba hasta que lo estuvieron vendado, pero la sensación de caída, chocar y tragar agua fue lo que se quedó impregnado en su mente. Aquella misma sensación parecía repetirse en ese momento.

Los ojos de Barnes lo habían mirado como un mar en calma, sonreído con la sinceridad del cielo despejado, a pesar de que él...

Había sentido pánico, aquel día después de clases había visto a Barnes esperándolo, sonriéndole, llamándole, y había sentido pánico. Su sorpresa inicial se había convertido en terror, y había huido como si se encontrara con una horda de zombies. Aunque Barnes no tenía nada de muerto viviente. Barnes... Barnes era todo lo contrario.

Continuo su camino, abatido, desolado, como un alma en pena hasta que el sol comenzó a caer y la sombras formaron imágenes. Cuando se detuvo denuevo, era de noche y tenía frente suyo al cinema bajo el edificio. Estaba cerrado y en su puerta colgaba un aviso. Steve recordó la primera vez que encontró ese lugar, hace un año, cuando Peggy le dijo que cambiaría de escuela. Había llegado de la misma forma, aunque en ese entonces había estado abierto, no pensó mucho en comprar una entrada aún sin saber qué película vería. 'La vida es bella', así supo que se llamaba después, lloro mucho, lloro por los sucesos de la película, por Peggy, por la vida de infierno que era tener catorce y no poder hacer nada. Pero luego había salido del cine, limpiado sus lágrimas y prometido hacer algo, algo más que solo responder a los ataques; se había prometido hacer frente a todo, viniera lo que viniera, pero más que nada: tener iniciativa. Ser el primero en dar un paso hacia adelante.

Sin embargo, un año después había fracasado. No tenía amigos, no había hecho nada para tenerlos, en su lugar, había anidado su rencor hasta hacer nacer un odio irrazonable y prejuicioso. Dejó a todos afuera, incluso cuando querían acercarse como lo había intentado Barnes. El joven de ojos de tormenta era la mejor persona que había conocido en mucho tiempo, y lo había dejado fuera, lo había tratado fatal antes siquiera de conocerlo mejor y... y no había sido capaz de hacerle frente, había huido de él.

No. Más que eso. Había huido de aquello que había empezado a sentir, dejándolo sin pensamientos, sin tregua. Pero ya no podía más, no más.

Le gustaba, Barnes le gustaba.

Y quizá ya ni importaba; era tarde.

















🌟🌟🌟🌟

Seguimos con angustia y un poquito de dolor •́ ‿ ,•̀ Pero Steve hace sufrir a Bucky desde tiempos memoriables y Bucky bueno, solo cuando esta con control mental o escapando para no tener control mental. Jajaja
Saludos! Gracias por leer y los votos ✨💫

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora