Ciertamente, cuando Peggy le invitó a Steve a salir una tarde, no se esperó que de repente ella le dijera:—Me gusta un chico —Peggy había hecho una pausa, y Steve solo observó como las mejillas de su amiga se cubría de un tenue rojo que le recordó a las rosas del jardín de su madre— es Daniel.
—¿Daniel? —había preguntado, casi como un murmuro. Ambos estaban caminado por un parque cercano a casa de ella, comiendo manzanas acarameladas como cuando eran niños.
—El primo de Dernier, el chico que nos presentó en la fiesta.
—Claro, me acuerdo de él.
—Ayer le pedí para salir, y el me dijo que sí.
Entonces, en ese momento, Steve se dio cuenta de dos cosas: el primero era que Peggy se veía diferente, aún era la chica ruda y decidida a enfrentarse a lo que sea, pero también, parecía como si hubiera encontrado una fogata en medio de la nieve.
—¿Y qué opinas? —Peggy tenía la mirada hacia el asfalto por donde caminaban, sus labios rojos torcidos en una mueca que no llegaba a una sonrisa.
Steve sonrió. Conocía a Peggy desde años, conocía su fuerza, dedicación y audacia, conocía sus sueños y metas, pero también conocía cuando vacilaba, cuando ocultaba su preocupación bajo sus pestañas.
—Pues si te gusta, debe ser un gran chico.
Y cuando algo así pasaba, él solo tenía que darle un pequeño empujón para que recuerde.
—Creo que lo es —ella sonrió. Levantando sutilmente la cabeza, volviendo la vista hacia adelante.
El pequeño empujón era para que recuerde, que pase lo que pase en un futuro, ella debía confiar en el criterio de su presente, en la libertad de sus decisiones.
—Claro —continuo ella, encogiendo sus hombros— al inicio parecía algo estirado, como el estereotipo de un británico, pero tenemos mucho en común y, bueno, me trata bien, no como la mayoría de chicos que mirar mis tetas. Si más o menos me entiendes.
Steve rio, medio avergonzado medio atorándose con el trozo de manzana que aun masticaba.
—No del todo, pero sé a qué te refieres.
Lo segundo que Steve se dio cuenta: fue lo que sintió, o más bien lo que no sintió. Desde hace tiempo, había esperado ese momento con ansiedad de que las emociones le fueran agobiar hasta el crujir de la tierra bajo sus pies. Había esperado con miedo, incluso cuando había dejado de pensarlo; escondiendolo bajo hojas y hojas, bajo meses y meses, bajo su propia soledad.
El día que Peggy le confesara que estaba enamorada de alguien más, traería la perdida y la desolación, este lo envolvería, sujetándolo sin darle cabida a escape. Sin embargo, había sido una espera en vano, una pesadilla sin sentido. Porque nada de eso sintió, porque la tierra no crujió, no hubo desolación ni perdida. Peggy seguía siendo su mejor amiga, y la iba seguir queriendo para siempre.
Más tarde, estaban caminado de regreso a la residencia de Peggy, habían terminado sus manzanas acarameladas, pero aun hablaron de Daniel; ella hablo de sí misma, de cómo se sentía con aquel chico, y su próxima cita: estaba asustada, pero también emocionada. Sin embargo, Peggy también le dijo que sentía como si a lo lejos pudiera ver una calma, una calma diferente, y Steve no comprendió del todo aquello.
Cuando llegaron al edificio donde Peggy vivía, y ella se despidió para entrar, Steve la detuvo. Ella giro sobre sus talones y lo miro curiosa, alzando una de sus castañas cejas.
“Hay alguien que me gusta” Y por un momento, Steve pensó que lo había dicho en voz alta.
—Estoy feliz por ti, Peggy —sonrió con sinceridad.
Luego, cuando caminaba solo por las calles de esa residencial, Steve se dio cuenta que había descubierto algo más en esa tarde de invierno: todo el tiempo que había pensado que Peggy y él se parecían, había sido espejismos, porque resultaba que eran muy distintos.
Peggy y él compartían el enfoque de salir de un pozo que la discriminación los había metido. Aún encontrándose en tiempos que se difundía como tolerante, ambos vivían en carne propia que la mirada superficial hacia colores, tamaños y géneros lanzaba tierra para evitar que suban. Pero sabían que quedarse como víctimas solo les haría permanecer abajo, maldiciendo hasta ser cubiertos. Así que se habían movido, quizá nunca seria rápido, pero avanzaban. No obstante, Steve se había dado cuenta que lo hacían de una manera diferente. Porque Peggy escalaba, mientras él, él esperaba que haya suficiente tierra para tener una base bajo sus pies.
Y si pensaba, si hacia una analogía diferente, era como si debían llegar en un lugar en la nada, y seria Peggy que conseguiría el avión para sobrevolarlo, mientras él solo se sentaría y esperaría hasta llegar al lugar indicado para saltar.
Era así, era simple, era que Peggy creaba sus propias oportunidades, era él que esperaba que llegaran. Que le sirvan. Se preguntó si aquello era por inseguridad, anarquía o cinismo.
Entonces la reflexión se estiró, atrayendo la verdad del porque no pudo expresar en voz alta que le gustaba otra persona: estaba esperando, esperando al tiempo que cubría con capas aquel sentimiento, guardándolo dentro de él.
Hasta que ilumine la primavera, pensó, hasta que arda el verano. Hasta que Bucky me corresponda.
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Bucky & Steve
FanfictionBucky es popular, Steve invisible, y el cine es el universo que ambos adolecentes conocen. ★★★ Bucky es popular, un buen deportista e inteligente, todos lo quieren como amigo o novio. Steve a apesar de su apariencia de nerd solo es bueno dibujando...