32

178 20 15
                                    


—¿Dónde festejaremos tú cumpleaños? —Jim alzó ambos brazos al cielo—. ¿O será sorpresa como el mío?

—¡Idiota! —reprendió Jacques. Estaba sentado sobre el césped, con las piernas y los brazos estirados, apretando con las manos su pie derecho—. No es sorpresa cuando lo dices.

—De hecho —dijo Bucky, y giró medio cuerpo hacia el lado izquierdo—. Prefiero que no haya ninguna fiesta.

Era martes. Bucky, Jacques, Jim y Gabe estaban en su última clase: educación física. Era de las pocas clases que tenían juntos. 

—Es por mi bebida ¿Verdad? — Gabe fingió estar ofendido. Estaba solo sentado, usando un tapabocas debido a su resfriado.

—No —respondió Bucky alargando la palabra—, pero también quisiera evitarlo.

—Te prometo que conseguiré más cervezas. — intentó Jacques.

—No —repitió Bucky—. Quiero que sea un día normal.

—Tranquilo y normal —recordó Jim con poca paciencia, había dejado de hacer sus ejercicios—. Yo les pedí eso y me tiraron una fiesta.

—Pero el tuyo fue porque era fin de semana —razonó Gabe.

—¿Y qué si se hace una fiesta el jueves? —dijo Jacques con un tono agudo.  

—¿Hablas en serio? —Bucky alzó una ceja.

—Haber, haber, Barnes. —Esta vez Jacques también detuvo sus ejercicios—. ¿Por qué no nos dices la verdad?

—¿De qué diablos hablas?

Jacques lo observó como si se tratase del sospechoso de algún crimen, solo le faltó a caminar a su alrededor.

—¿Quieres librarte de nosotros para hacer otra cosa? —interrogó Jacques, sin embargo, más que una pregunta sonó a una acusación.

—No, claro que no —respondió de inmediato.

—¡Aja! Seguro es para salir con Rogers.

—¡¿Qué?! —Bucky detuvo sus movimientos.

—¿Rogers? —intervino Jim.

—Entonces ya están saliendo —dijo Gabe, y soltó un estornudo—. No... nos dijiste nada.

—No estamos saliendo. —Bucky alzo ambas manos—. Aun somos amigos.

—Aun —repitió Jacques con un marcado acento francés.

Bucky miró a su amigo para hacerlo callar, pero se quedó sorprendido por como este lo estaba observando. Las cejas marrones de Jacques se juntaban en el puente de la nariz, y sus ojos castaños lo miraban fijamente. Ahora no era un policía, era el juez a punto de dar una sentencia. 

—¿Jacques?

—Al infierno —maldijo exasperado el mencionado—. Ils sont tous les deux idiots. Y ya me aburrieron. Tengo una vida ¿saben?

—¿Eh?

—Pues el que Rogers y tú estén como tarados uno por el otro, no es asunto mío. Así que ya estás solo, ya verás cómo logras salir de esa estúpida película romántica que estás viviendo.

Bucky no respondió. No podía. Estaba tan confundido como un turista en las calles de Nueva York.

—Así que lo de tu diario no era broma —intervino Jim. 
Al segundo, la cabeza de Jaques se giró hacia el asiático. Sus ojos destellaron enfado.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora