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Jacques había dicho a todos sus invitados que tenía cervezas, no había mentido, pero había omitido el pequeño detalle sobre la cantidad. Solo tenía dos latas de esa tentadora bebida en su refrigerador, los que su primo le había traído después de muchos ruegos. Había planeado darle uno a Jim con el fin de dejarlo como una cuva, el otro beberlo junto a Bucky y Gabe, y si era posible con Natasha y Clint; sin embargo, había que usarlo para otro fin. Así fue que: con una sonrisa en la cara, una lata guardada en el bolsillo de su polera y con su primo a un lado, espero a que la parejita, Rogers y Carter, terminaran de bailar.

Por otra parte, Steve no sabía cuántas veces había pisado los pies de Peggy para convencerla que no era bueno con eso de bailar.

—Creo que tus pies tuvieron suficientes —Steve suspiró, avergonzado.

Peggy sonrió, amigable como siempre. Decidieron tomarse un descanso, servirse dos vasos de la bebida de dudosa procedencia, y buscar algún espacio vacío en el atestado lugar. 

—Solo te falta practica —Peggy ánimo, bebiendo.

Steve se encogió de hombros mientras bebió un sorbo de su vaso por primera vez, había abandonado el anterior cuando Peggy le pidió bailar, hizo una mueca apenas el líquido toco su lengua. Amargaba un poco, era ácido y dulce, y cuando se obligó a pasarlo, sintió como le quemó la garganta sutilmente. Miro el líquido con cierta sospecha, esperaba que esa cosa no le fuera a emborrachar. Su madre lo mataría.

—Sabes, no esta tan mal la fiesta —opinó Peggy. 

—Espero que no ocurran peleas de pronto —comento Steve incrédulo.

—Tú ves peleas en todas partes —se burló Peggy— aquí todo parece… amigable.

De hecho, lo era, y eso fue otra diferencia a las fiestas locas de las películas, donde todo era censurado en algunos países. En cambio, ahí la gente solo bailaba, hablaban entre ellos, cantaban frente a un televisor que usaban de karaoke, y lo mejor era que apenas lo habían notado. Bueno, Wilson lo había mirado con mucha sorpresa antes de saludarlo. 

Salut les gars! —era Dernier— es hora de repartir las cervezas, pero si alguien pregunta, yo nunca se los di— y estiró una lata de cerveza muy popular en los comerciales.

—Gracias, pero no —rechazo Steve tajante.

—Yo sí quiero —acepto Peggy traviesa. Steve la miró descolocado.

J’aime —sonrió Dernier animado, muy animado —apropósito —continuo y se dio un giro, atrayendo con una mano a alguien que estaba detrás de él, al parecer había estado ahí todo el tiempo —les presento a mi primo, Daniel, no está en nuestra escuela —aclaró.

Daniel era más alto que Dernier, parecía tímido por como sus ojos marrones se deslizaban a otro lado, pero saludo con mucha amabilidad.

—Él es británico y… ¡Cierto! —Dernier miró a Peggy como si de pronto se enterara de algo transcendental— tú también lo eres ¿cierto?

Peggy levanto una ceja.

—Lo supe por tu acento, vaya que coincidencia. Ustedes tienen mucho en común — el francés señaló a Daniel y Peggy, hablando demasiado rápido—. Rogers, escuche una vez que eres bueno en arte ¡claro que sí! tu hiciste el mural, mi papá es fans de esas cosas ¿quieres ver su colección?

—¿Que?

—Venga, solo será un momento— y antes que Steve pudiera sumar dos más dos o reaccionar, su compañero lo empujo lejos de los otros adolecentes.

Steve dió una última mirada a Peggy, ella estaba como “¿qué demonios?”. Él estaba peor. Miro hacia Dernier con furia, estaba a punto de arremeter contra el francés por seguir empujarlo como si se tratase de un cochecito de supermercado; pero ya habían cruzado una puerta. Steve se detuvo cuando vio a Barnes junto a otros dos chicos detrás de un aparador. Estaban en la habitación de la cocina.
Barnes lo miro, y fue el tercero en ese lapso de tiempo que se mostró confundido. 

—Sigan preparando la cosa esa —dijo Dernier como si nada. Los otros dos eran Jones y Summers.

—Se llama “Gabe mágico” —Jones sonreía. Había un recipiente grande con un líquido, varias botellas, y si se ponía una música de misterio de fondo, seria precisamente una escena de brujería.

—Creí que era “Gabe alborada” —Summers miró a Jones detrás de sus lentes rojizos. Steve alguna vez había dudado si esos lentes eran de sol o medida.

—Bueno, aún tengo que pensar en ese detalle —Jones se encogió de hombros aun sonriendo, concentrándose en una de las botellas. 

Steve no pudo evitar echarle un vistazo a su bebida. 

—“Agua siniestra” debería llamarse —propuso Dernier, abriendo una puerta cerca de un ventanal que daba la vista hacia la ciudad—. Ven, Rogers, aquí oculte los cuadros de mi papá, ya sabes, los idiotas de allá afuera no aprecian el buen arte.

—Por favor —Barnes intervino— lo trajiste aquí porque si les pasa algo, tu padre te castigara hasta que seas un viejo —Steve miró a Barnes, este le devolvió la mirada, sonreía de manera burlona, por un momento se preguntó cuántos tipos de sonrisa tenía ese chico.

—Mira.

Steve volteo hacia la voz, pero se encontró con un cuadro en lugar de su compañero, y demonios ¡que cuadro! Era una réplica exacta de El jilguero, de Carel Fabritius. Era precioso.

—El jilguero —Barnes mencionó.

A Steve se le ocurrió que Barnes quizá leía mentes, había visto algunas películas sobre telepatas, y no le agradaba esa idea. Barnes no podía, o más bien, no debía leer su mente ¡que lea de todos menos la suya! y eso sonaba a un conveniente guión.

—¡Exelente! Entonces Bucky te mostrara los demás cuadros —Dernier lo sacó de su dilema mental. Cuando se dió cuenta, el francés ya estaba con el recipiente en sus manos —andando, que si la bebida se termina la gente deja de bailar, además Jim aún está queriendo matarme, y eso quiere decir que aún no está ebrio. 

De pronto, Barnes y Rogers estaban solos en esa habitación, bueno, con las pinturas.

Barnes miro hacia la puerta, luego a Steve, y sonrió rascándose la nuca. Steve se extrañó de verlo ligeramente avergonzado.

—¿Has visto mis dibujos alguna vez?

Steve negó con la cabeza.

—Bueno, son horribles, así como mi conocimiento en el arte.

—No te creo —respondió Steve— eres un genio en todo —y luego deseo no haber dicho eso, se estaba tapando la cara mentalmente.

Barnes se rió, volviendo a mostrarse relajado.

—¡Lo digo en serio! lo de El jilguero lo sé por la película, la realidad es que mis dibujos son palitos y circulitos.

Steve empezó a reír, sintiéndose ligero. El ambiente se sintió ligero. Lo siguiente era que ambos adolecentes estaban viendo los demás cuadros.

Steve sintió que Barnes y él estaban descubriendo tesoros secretos.



















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El jilguero

El jilguero

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Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora