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—Eres un tipo muy distraído ¿No?

—¿Qué?

Steve movió la cabeza de manera que podía haberse torcido el cuello, es que Durgan era demasiado alto, no solo para él, sino para su edad, que debía ser casi igual a la suya. Le estaba mirando como si fuera un bicho raro, quería decirle que no lo era, pero que tampoco lo culpaba.

—Te estaba hablando, y pues, estabas en tu mundo —murmuro Durgan. Steve se dió cuenta entonces, que su nuevo compañero arrastraba las palabras. En clases, había pensado que era porque murmuraba para no ser escuchado, pero ahora que caminaban por los corredores, se podía notar con claridad que era su modo de hablar.

—Lo siento, estaba pensado.

—Bueno, no hagas eso en la calle —Durgan aconsejó— te preguntaba hacia donde vas ¿o por ahí hay una salida que no conozco?

—No, nada, solo voy a sacar algunas pinturas del conserje, me han pedido retocar el mural.

—¿Ese mural raro que esta en la entrada?

—Sí —Steve sonrió o lo intentó— yo lo pinté.

—¿Cómo hiciste para subir hasta tan arriba?

—Use una escalera.

—Claro, eso tiene sentido —el chico mostró una expresión que podía confundirse con aburrimiento— ¿tú solo?

Steve asintió y Durgan asintió en respuesta. Sus párpados caídos parecían como si le importara poco o nada lo que dijera, sin embargo, si fuera así, en primer lugar no le hubiese preguntado nada.

—Esta raro, pero se ve bien —Durgan volvió a opinar— ¿me explicó?

—Que no te gusta, pero se ve genial.

—Asi es, amigo —sonrió y le dió una palmadita con su manasa en el hombro— bueno, nos vemos.

Y como había parecido, Durgan desapareció. Pero dejo una gran duda en Steve: «será que nadie entendió el mensaje»; y con los días que demoró haciéndolo, pensado como trasmitir la idea, que colores usar, y entre borrador y borrador, casi ni durmió, ¿y para qué? para que lo vean genial y ya. Fantástico. Con esos pensamientos molestos se fué por las pinturas, luego al mural y comenzó la tarea. Para cuando terminó, eran más de las seis de la tarde.

—Al menos deberían darme para el pasaje —hablo en voz alta, caminando hacia los baños para quitarse el resto de pintura de las manos y la cara —ya estoy hablando como Buck.

Sonrió, sintiéndose un tanto loco, no por hablar en voz alta como a veces lo habia hecho cuando nadie lo miraba, sino por como la simple mención de su amigo le hacía algo en el estómago. Además de que al parecer su comentario si fue muy Bucky.

Llegó al baño y se dispuso a empujar la puerta para entrar, pero este se abrió antes, y el rostro malhumorado de Morita apareció.

Morita. El japonés con katana. No, eso solo era un tonto rumor, Steve no creía en los rumores. Una tontería, una tontería.

—Rogers —este habló o más bien gruño, y Steve no sabía si eso lo hacía agrede.

—Morita.

—¿Que haces ...? —el adolecente no terminó la frase pues de repente, pareció caerse hacia adelante, como si lo hubiesen empujado— ¡imbesil! —chilló mirando detrás de su hombro, y Steve pensó que su compañero había enloquecido. Ahora sí no la contaba.

Passez, Salaud, te quedaste dormido ¿o que? —Dernier apareció detrás, arrugando la frente mientras empujaba con un hombro al otro chico, pero su expresión cambió, ni bien vio a Steve— Rogers —sonrió ampliamente. Steve nunca sabía si aquella sonrisa era sincera o de burla.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora