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Pocas cosas podían asombrar realmente a Steve. Por supuesto, había tecnicas artísticas, pinturas o hechos históricos que lo impresionaron a lo más profundo. Aún más cuando estos se relacionaban. Sin embargo, aquello difería con lo que sintió al escuchar la noticia de la radio. Era como si una estrella hubiese caído de repente en medio de su habitación.

—¡Dios mío, Steve! ¡volverá! ¡lo sabía, lo sabía! —Bucky tenía los ojos muy abiertos, y una sonrisa se dibujaba en todo su rostro.

Steve también sonrió, boquiabierto, sin poder articular palabra alguna.

—¡Lo van abrir, lo van abrir! —Bucky sujeto con ambas manos su cabeza y se desordeno el cabello.

Steve levanto los brazos, por un momento pareció que repetiría el movimiento de Bucky, pero este soltó su cabeza y extendió los brazos a dirección suya. ¿Era una ademan de emoción? Ya no importo, porque dieron un paso a dirección del otro y se unieron en un tosco abrazo.
Y si dolió el impacto, no se dieron cuenta, porque se estaban abrazando tan fuerte que casi se quitaron el oxígeno, mientras saltaban repitiendo: “volverá, volverá”

—Joder, estoy tan feliz —dijo Bucky una vez se habían detenido.

Steve abrió los ojos, recién percatándose que los había cerrado. Alzo la vista, y pudo ver una parte de la nuca de Bucky. Aún estaban abrazados. Las manos de su amigo tocaban su espalda, y las suyas sujetaban los brazos del otro. Bucky olía a pino, chocolate y algo más. Y de pronto, para Steve, ya no era por la conmoción la falta de aire, ni los saltos el causante del sonido de su corazón golpeando en su pecho.

—Esto… —hablo Bucky, se soltó y dio un paso hacia atrás—. Sería bueno que esa noticia estuviera… no sé, en televisión e internet.

—Sí —respondió Steve con una sonrisa hacia el suelo—. Bueno quizá su dueño es a la antigua; solo publica en radio.

—Se me hace que para gente hípster —bromeo Bucky, su voz era baja, como si también se hubiera quedado sin aire—. El locutor sonaba a un hípster.

Steve soltó una pequeña risa, más ligero, suspiro y se acercó a su cama para sentarse. Entonces, con la sensación de que había pasado mucho tiempo, se atrevió a levantar la vista. Bucky lo estaba mirando y Steve sintió dentro suyo el aleteo de docenas de aves. 

—Podemos —titubeo Steve —. Ir cuando vuelva abrir y llevar más gente…

—¡Eso es buenísima idea! —Bucky se mostró animado—. Y si es que tengo que amenazar a Gabe, Jacques y Jim para ir, ¡lo haré!

—Puedo llevar a Durgan, Sam, Peggy e incluso ella quizá lleve a Sousa.

Bucky asintió. Acto seguido puso una mano sobre su quijada y se acercó a la cama para sentarse a su lado.

—Puedo llevar al grupo de Nat —consideró Bucky—, pues a más gente mejor.

Steve se encogió de hombros, sin saber que responder. Ese grupo era del que menos contacto había tenido.

—Hasta puedo decirle a mi hermana… o intentar convencerla. —Bucky suspiró y se recostó sobre la cama. Sus cejas se juntaron, pareció dudar un segundo, pero su mirada se endureció —. Llevaré mucha gente o dejo de llamarme James Barnes —prometió.

A Steve le gusto la determinación de otro chico, y también verlo sobre su cama. La alarma de que algo malo estaba haciendo no se hizo esperar. Sus ojos se movieron hacia su regazo, donde su mano derecha apretó los dedos de la otra. Pensamientos llegaron, sutiles como el sonido que provenía del audífono suelto en la cama. El otro auricular aún estaba en el oído de Bucky. Steve Inhaló y exhalo por la boca con suavidad, relajo sus manos y uso una para tomar el audífono suelto.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora